CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

lunes, 20 de julio de 2015

EL CUARTO DE LOS ESPEJOS





Está allí.
Solo basta girar hacia un lado u el otro la llave para poderlo abrir.
Solo basta hacer un "clic" para que comience a girar.
Ése es mi cuarto.
Mi cuarto secreto.

El de los espejos, el que me enfrenta irremediablemente al presente, al ayer ¿al futuro?, en ese sentido no sé que pensar.
Mi cuarto de los espejos, me ayuda a soñar con lo que pueda pasar ahora mismo, cuando de tres pasos me enfrenta a una ensoñación que a menudo dudo que sea la verdad.

Espacioso. Amplio. Frío, muy frío, tanto que ni una bocanada de aire caliente lo puede caldear.
Mi cuarto de los espejos -cuando me retrotraigo- es impiadoso quizás porque no sabe mentir y me muestra una verdad que en ocasiones me cuesta asumir y "tragar".

Y hago "clic", cuando quiero verme de pequeña, correteando de aquí para allá. Inquieta. Presumida -nunca podré explicar el motivo- conformándome con lo que "había y lo que habrá".

Pensando que la infancia se poblaba de ángeles que me protegerían de toda maldad. Y yo, princesa de un  reino de ansiosos de justicia podía indicar el camino, el sendero para conseguir que sus sueños se hicieran realidad.

El cuarto de los espejos -de mis espejos- se componen de cientos, miles de figuras de lo que fui, de lo que soy, y ¿de lo que seré en un futuro cercano o lejano?
Quizás.

Señala fallos y carencias.
Palabras dichas al azar.
Promesas incumplidas y otras cumplidas con creces.
Amigos que se fueron.
Y otros "conocidos" -que no amigos- que van, vuelven, se ríen a escondidas de mis errores y de los demás.

Mi cuarto de los espejos es cruel. Quizás por eso son pocas las veces en que giro el picaporte para sumirme en su realidad.
Me muestra quien soy yo de forma desgarrada ¡y cuanto me cuesta asumir la realidad!.

Me hace ver que estoy sola cuando quiero estarlo.
Acompañada cuando se me pegotean y me encuentro incapaz de decir ¡basta ya!.

Sensible hasta el más alto de los límites y con una infinita capacidad de dar.
A veces ¡tan invisible para el resto que reprimo el llanto y la angustia!
A veces tan clara y transparente que "estaría dispuesta a darme un cachete ¡¡¡y con ganas!!! para apoyar los pies y volverme a la realidad.

También mi cuarto tiene un espejo enorme -como creo haberlo contado- que me muestra el futuro.
Pero ése, ni siquiera lo mira de soslayo.
Ni una ojeada le echo.
Mi futuro prefiero moldearlo con barro y arcilla.
Con piedra y polvo arrastrado del camino que me tocó transitar.

Supongo, en realidad lo sé, que ése espejo futurible tendrá mucho de mi...y de todos los demás.
Se me antoja piadoso y cruel a la vez.
Con palabras que repetí y frases que pretendo olvidar.
Con un amor infinito por todo lo que hice y fui y por lo que vendrá.
Con una lucha continua que me he ganado a pulso y pretendo no abandonar ¡jamás!.

Sensaciones encontradas que ni quiero ni pretendo explorar, aunque estoy convencida que en cada trocito de nuestro corazón, hay un cuarto de espejos, intentando mostrarnos la realidad.
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SÍ. Sí  que hay un umbral.
Una delgada línea roja que juramos y per -juramos, nunca traspasar.
Y lo hacemos.
De un día al otro y sin caer en la cuenta.
Tal vez porque hemos sido absolutos “negadores” de una realidad que se estrellaba ante nuestros ojos, y sin embargo, jamás de los jamases quisimos ni tomar en cuenta ni observar.
Dar un saltito y cruzar el umbral es duro.
El umbral es determinante.
El umbral se mantiene silencioso pero cuando alza la voz no da ni un paso atrás.
Y si en ese “umbral” que jamás has reconocido porque ni siquiera le das importancia a lo que sucede a tu alrededor, le restas  la razón que está indicando, pierdes sensaciones, recuerdos, realidades que solo con muy buena voluntad de los que te rodean ¡¡¡y vayan si te lo han indicado!!!..quieras o no, se  puede desdibujar..

El “umbral” es muy sencillo de cruzar.
Y tremendamente complicado –resulta- cuando lo hiciste, dar “un pasito pa’ tras”.

El “umbral” te juega malas pasadas y te pinta una realidad que ¡¡¡ni es por asomo la realidad!!!.

Te miente y  acaricia la espalda cuando ya las caricias no sirven.
Te regala palabras al oído que son, justamente, las que quieres escuchar.
Te amarra con unos brazos ¡tan poderosos, tan complacientes que ni siquiera te empeñas en dar un giro a tus ojos y mirar hacia atrás!.

Del “umbral” se puede salir.
Deshacerse de él ¡con tanta facilidad!
Pero…siempre y cuando tú pongas los pies en la tierra.
Admitas tus errores y tus falencias.
Cuando llores y te muestres tal cual eres..
Cuando admitas lo que has dejado.
Cuando reconozcas que te has imaginado un mundo y una realidad que ¡nada tiene que ver con la que te ha vendido.!.
Cuando te cojas la cabeza con las dos manos, saques “de dentro” todo lo malo, lo bueno, lo peor y lo mejor de ése universo que ¡sencillamente nada tiene que ver con ése que querías y pretendías!!!

Te repito: del umbral se puede salir.
No es sencillo.
Nada es sencillo.
Pero tienes que poner MUCHO DE TU PARTE, y no pedir que PONGAN DE SU PARTE el resto,  lo efímero, lo inconsistente, lo vano y absurdo. Los demás…
¡Ánimo!
¡Que con ánimo, fuerza, ganas y admitiendo los errores propios, aceptando los ajenos, DIEZ A UNO que lo conseguirás!!!!
El umbral es amigo y enemigo.
Amante silencioso.
“Señalador” de nuestros errores.
El umbral es todo y nada.
Pero ¡todo! Es mejor…




martes, 26 de mayo de 2015

EL CUADERNO



Siempre me he imaginado que llevo un cuaderno en mi bolso.
Un cuaderno donde apunto ideas y  borroneo esperanzas, hago dibujos, perfilo mi futuro. Levanto barreras para que sin pedir permiso, asomen de puntillas los sueños, la magia y la ilusión buscando el sendero donde convergen la fantasía y la realidad.

Mi “cuaderno” es pequeño e invisible.
No tiene anillas ni bordes amarillentos de tanto ver pasar el tiempo.
Ni cortes por los costados.
Ni manchas oscuras que avisen que los años vuelan.
Es impecable. Silencioso. Jamás se despereza. Siempre está dispuesto a enjugar mis lágrimas y pucheros. A compartir mis carcajadas y preocupaciones.
 A “escuchar” sin repetir mis palabras ni siquiera al más cercano y confiable. A decir “sí” cuando me empecino en decir “no”.

En mi cuaderno de viaje, incansable, apunto mentalmente mis pasos,  meteduras de pata y rabias. Mi búsqueda constante. Mi “quiero y no puedo”. Mi mal humor frente a la realidad

Y escribo, escribo, escribo incansable con tinta invisible sobre sus páginas en blanco, pergeñando proyectos  que jamás verán la luz.
Depositando confianza “fe y esperanza” en quienes de uno u otro modo me darán la espalda a corto  o largo plazo, tan centrados están en sus problemas que solo piensan en sí mismos, ni en mí ni en los otros…en sí mismos sin prestarles atención a los demás.

En ocasiones mi “cuaderno” adquiere dimensiones gigantescas.
Se vuelve grueso y pesado, tanto que cuesta acarrearlo de aquí para allá.
Otras, se torna diminuto, sigiloso y taciturno, intentando pasar desapercibido, esperando que golpee a su puerta espiando por la mirilla para comprobar quien le llama, sabiendo de antemano ya, quien soy.

Sé que algún día llegará el momento de despedirnos.
Hacer  un balance de nuestra vida en común.
Resaltar con un rotulador fallos y aciertos.
Sacar conclusiones.
Chasquear la lengua por los errores cometidos.
Reconocer culpas. Sentir vergüenza por el dolor involuntario y voluntario que provocamos –tanto él como yo-  en los otros.
No sé cuándo, ni dónde, ni en que momento, ambos silenciaremos nuestras voces.
Tampoco quiero imaginarlo ni anticiparme.
Prefiero dejar que “el círculo se cierre” y el destino sea quien decida.
Mientras tanto, convivo con mi “cuaderno” que es mi propia conciencia, el relato de mi vida.
Mis desventuras y mis pequeñas conquistas.
Mi pasado. Mi presente y mi futuro.
El que me juzga en silencio sin un reproche ni  miradas.
Mi “Yo interior”.
Sin más…
(cora.lasso@hotmail.com)



martes, 21 de abril de 2015

LAS SUELAS DE MIS ZAPATOS



Las suelas de mis zapatos no solo tienen un poquito de mí, porque las suelas de mis zapatos,  son en realidad, mi “otro yo”.
A ellas no puedo engañarlas ni mentirles porque tienen absolutamente conciencia hacia donde dirijo mis pasos. También en cierta medida el control al conocer perfectamente hacia donde voy.
Las suelas de mis zapatos son el guardián de secretos. Conocen al dedillo las voces de los demás y hasta el eco de mi propia voz.
Pero jamás dicen,  comentan ni hablan ni se les escapa un suspiro o monosílabo.
Son distintivos de su raza y especie el silencio y la discreción.
Me respetan y a la vez les guardo un profundo respeto. Un cariño entrañable y aunque hace miles, miles de años que no me hinco ante un confesionario, son mi confesor.

Han recorrido a mi lado caminos inexpugnables. Me han ayudado a retomar sendas extrañísimas guiándome por donde ni siquiera sé donde estoy.

Las suelas de mis zapatos –aunque las renueve de tanto en tanto para que puedan seguir vigilando mis pasos- lloran mis desgracias tanto como las lloro yo.

Me consuelan,  ronronean cuando las acaricio como un tímido modo de darles las gracias por no abandonarme, por empujar las locuras que bullen en mi cabeza para salir del atolladero sin siquiera dignarse a preguntar: “¿qué he hecho yo para merecer esto?” ó “¿porqué yo?”…
Las suelas de mis zapatos almacenan y registran como ¡nadie!, portazos dados en plena cara. Mentiras y promesas. Proyectos que “ni locos” podrían llevarse a cabo.

Pero aún así ¡ahí siguen! Animándome a dar un paso detrás de otro sin aceptar jamás un “NO”. Susurrando que si “no me enseñaron a CAMINAR ¡qué aprenda!”, que el trayecto nunca será fácil pero todo depende de la habilidad -para sortear escollos- del peregrino caminador.

Y gracias a ellas he comprendido que a pesar de la rabia y la angustia, la puntada que acecha en ocasiones cerca del corazón, a pesar de la fatiga, la sed y el hastío, aunque me sienta sola  y desvalida, ahí estaremos como siempre, apoyadas la una en la otra…las suelas de mis zapatos y yo…

(cora.lasso@hotmail.com)



jueves, 26 de febrero de 2015

ANTES...



¿Qué “todo tiempo pasado fue mejor”?. No lo sé.
Tampoco si “antes” todo era diferente. Porque mi “antes” tiene un principio. Un final. Un largo recorrido. Un volver  aunque sea rozando con brochazos de nostalgia el punto de partida.

En mi “antes” hay una larguísima mesa con sillas que ahora están vacías. Y carcajadas. Y retos velados y no tan velados.
Discusiones y reproches.
Chiquillos que -ya son abuelos- correteando por los rincones. Otros que se han marchado quizás a un lugar desde donde nos espían divertidos orgullosos de lo mucho o poco que hemos logrado.

Antes, los mayores nos contaban que jamás  pisaban los Bancos, desconfiaban de las promesas que les hacían los responsables.  Guardaban el dinero debajo del colchón.
Ellos siempre tenían en la alacena,  conservas, pastas secas, mermeladas y galletas, como si de un día para el otro se avecinara un tifón.

Las puertas de las casas siempre estaban abiertas para el amigo que necesitaba ayuda, un plato de comida. Cobijo y cariño. Consuelo. Un poco de comprensión

Antes la palabra que daban para cerrar un negocio valía más que una firma, un recibí, un talón.
Antes, aunque habían hablado de estafas brutales los mayores jamás habían probado  la miel amarga de  la corrupción.
Dudar era impensable. Confiar con los ojos cerrados a quien se mostraba transparente, honesto y honrado más que una convicción.

Recibir ropa en buen estado porque a tu prima le había quedado pequeña no era una ofensa, por el contrario, te hacía ilusión.

Vivíamos sin internet y escribíamos cartas interminables que temblaban en nuestras manos rogando que llegaran a destino, cuando estábamos a punto de que la engullera el buzón.

Los móviles no existían y las carreras para avisar desde una cabina (o un público) que “llegábamos un poquito más tarde y no se preocuparan”, eran pan de todos los días.

Fuimos creciendo poquito a poco y sin saltar etapas.
Fuimos madurando sin apenas notarlo.
Nos formamos sintiendo que era un triunfo cada conquista, cada reto, cada escalón que subíamos y lo hacíamos por amor propio, empeño y vocación.

Y lloramos como nunca pensamos que podríamos hacerlo, cuando nos dejaron plantadas,  sin saber que nos volveríamos a enamorar de una manera loca, atrevida, imprudente, al conocer “al hombre”  que nos rasguñó con paciencia el corazón.

Y fuimos felices.
Absolutamente felices con nuestros más y nuestros menos.
Enseñamos a nuestros hijos que el camino era luchar y aprender de los fracasos desconfiando del primer adulador.

Que tropezar no era caerse, sino trastabillar.
Que el “no” siempre lo tenían los demás como respuesta, y había que batallar muy duro para desterrar el no.

Tal vez por eso me gusta disfrutar de esos ramalazos del antes.
Quizás porque he aprendido que jamás hay que bajar la guardia. Que nada está perdido si te empeñas.

Que si la vida fuese tan sencilla, tan dulce y complaciente, no naceríamos llorando y lo hacemos irremediablemente cuando vemos la primera luz del mundo y cerramos los ojos para decir adiós…





lunes, 19 de enero de 2015

¿QUÉ NOS QUEDA?



Muchas veces me pregunto: Cuando sea el momento de pasar a otro sitio, a otro lugar.  A un terreno desconocido que nos produce escalofríos e incertidumbre…“¿Qué nos queda”?.
Y mi respuesta es: ¡”Nos queda mucho!!! ¡Y más!”

La vida no es la que elegimos ni la que imaginamos, ni la que creímos que se convertiría en realidad.

La vida es lucha. Sufrimiento. Escalones que hay que subir, permitirse un descanso  y seguir para adelante.
¡No hay otra!
¡La vida no es el camino de rosas que nos han pintado, y para conseguir el mínimo de gratificación, de bienestar, de lograr que una sonrisa de oreja a oreja nos tape el rostro…hay que luchar!!!!

La vida nos pone a pruebas que hay que superar.
Y los débiles. Los conformistas. A los que todo se les ha regalado se les hace más tremendo. Se les dificulta infinitamente más.

La vida está “fabricada” por cachitos de recuerdos.
Ligada al primer amor que según aseguran no se olvidará jamás…y en muchas ocasiones es mejor perderlo que encontrarlo.
Y al último que has elegido y  te sigue acompañando ¡claro está!

La vida ¡claro que es luz!
Pero también es oscuridad.
Y caídas y porrazos.
Equivocaciones al repetir “¡te quiero más que a mi vida!” cuando no es verdad.
Y levantarte una mañana, ver a quien tienes a tu lado y preguntarte ¿”cómo he podido”?

O amar hasta el infinito a alguien que en un instante te preguntaste ¡hace tanto tiempo!  ¿” pero…le debo amar”?.

Y –repito- cachitos de recuerdos.
Dos vasos de plástico chochándose entre sí a las orillas del mar.
Ver a los hijos crecer y remover Roma con Santiago intentando contemporizar caracteres diferentes.
Celos.
Rabias.
Amor y Odio al mismo tiempo y como al mismo tiempo suele pasar,
La vida es: ¡”Y yo qué?!!!???
Y ¿no entiendes que te necesito? ¡¡¡Y ¡¡¡te necesito tanto!!!.
La vida es” ¡véte!. Pero ¡no te vayas jamás”!!!
La vida es cogerte de la mano y que me la cojas.
Que me entiendas y te entienda.
¡Que nos peleemos y discutamos!
¡Que nuestros puntos de vista sean totalmente diferentes!
La vida es ¡saber que somos especiales, irracionales, fuera de serie, dar todo por el todo por los demás!!!

Tu sonrisa.
Tus despistes.
No tener los pies sobre en la tierra porque aprendimos - ¡y cuántos nos ha costado!- a remontar el vuelo. Buscarle el porqué cuando y como a todo.
A luchar a brazo partido para evitar que nos robaran los sueños y la esperanza.
También la vida es mi llanto y desplantes fuera de lugar.
La vida es estar al lado del que realmente quieres.
La vida es tener la absoluta certeza de con quién quieres estar…


(cora.lasso@hotmail.com)