CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

viernes, 18 de octubre de 2013

"LA MATINÉ"


Siempre llega de golpe  y sin necesidad de buscarlo.
Dicen que “los recuerdos no se esfuman y desaparecen. Están todos ahí, escondidos bajo la delgada costra de la consciencia, incluso los que creíamos perdidos para siempre”.

Basta un gesto. Un aroma. Un soplo de viento. Una voz, para que regresen y te asalten de forma inesperada.

En mi caso vuelve dibujando a trazo libre aquel pasillo largo – larguísimo- que se abría después de atravesar el patio y  la puerta de entrada de la casa de mi abuela, que desembocaba en una sala rectangular y   un comedor – sencillo, austero- con una mesa interminable que albergaba sonidos de lo más variados.

 Risas y charlas. Reprimendas y peleas interminables entre los peques que nunca terminábamos de ponernos de acuerdo, o protestábamos  “ante algún desplante”  alzando la voz.

Allí estaba  nuestra “abu”, atenta a todo, pero aparentemente sin prestar atención a nada. Siempre cocinando, trajinando en la pila, lavando torres de platos sucios, esforzándose en quitar la grasa del fogón.

Eran findes de invierno – con olor a castañas cocidas en el horno- que se hacían exasperantes con tantos críos yendo y viniendo de un lado al otro aburridos,  nietos que mis tíos dejaban a doña María para que le hicieran compañía (pretexto que utilizaban para sacárselos de encima y disfrutar de veinticuatro o cuarenta y ocho horas libres de agobios, pressing y compromisos impuestos con corsé que figuraban en la letra pequeña de la cartilla de “padres” que firmaron por obligación).

Siempre, invariablemente, llegaba Benjamín, mi tío “adorado” que resultaba ser una tabla de salvación.

Soltero. Bohemio. Mujeriego. Fumador. Actor frustrado (pero no tanto, había actuado en la compañía de la española Pepita Muñoz), después de asfixiarnos a abrazos y besos, tomar un café, servirse en una copita minúscula un culín de ron, nos llamaba la atención dando palmadas haciendo la misma invitación: “vamos a hacer una “matiné” – función de tarde- de teatro y a divertirnos un poco que esto se ve muy triste!”, decía.
La primera que se apuntaba era yo.

La maquinaria se ponía en marcha. Todos al mismo tiempo colocaban sillas mirando al escenario – una sala presidida por un arco donde descansaban la nevera, la despensa atiborrada, una escoba vieja. Un balde, un escobillón- atentos y expectantes a los murmullos que llegaban detrás  de la escena.

Jamás olvidaré las “matinés”, ni tampoco los consejos de Benja – al que “El Barba” llamó a su lado antes de tiempo, quizás porque necesitaba que alguien le alegrara “la vida en el cielo”- o por cualquier otra razón que todavía no he descubierto…Aunque apuesto que le dio un silbido por eso… no sé yo…

Una tarde que  Benja “me preparaba para actuar” ante mis nueve primos – sí nueve- me llevó aparte. Tuvimos una larga charla donde me aconsejó: “Hoy vas a ser una cantante y vas a salir allí, aunque tengas miedo escénico mostrando que eres la dueña de la situación. Hazlo convencida que  aunque no quieran te escucharán y ¡cuidadito con el que no te preste atención!. Respeta al público, pero exige respeto. No dejes pasar ni una, y si ellos te hablan – porque después vendrá un diálogo entre actor y público donde preguntarás que les pareció - escucha sus argumentos, pero si estás realmente segura de los tuyos ¡no retrocedas ni un paso!”

”Si has estado francamente lamentable, reconócelo pero NO TE HUNDAS. Intenta mejorar. Pule tu actuación. Busca donde hacerles cosquillas para que rían. Ten a mano pañuelos para limpiar sus lágrimas. Estira la mano para coger la que te ofrece ayuda. Da las gracias. Aprende a pedir perdón. ¡Métete en la cabeza que la vida es puro teatro, querida!”

“Un teatro donde se finge y hay trampas que hoy nos parecen insalvables y salvamos. Agravios. Obcecación, Mentiras y verdades a medias. Orgullo y y necedad. Chispazos de felicidad. Derrotas y triunfos. ¡Pero eso es lo maravilloso,  chiquita!”

“Nunca, jamás, sabremos que nos va a suceder ni dentro de un instante ni mañana,  porque todas son ilusiones y fantasías que debemos llevar a término y completar”

“Este  escenario no se está quieto.  Gira, gira y gira y ahí abajo siempre hay alguien dispuesto a arrebatarnos “un trocito de esperanza”. Por eso es necesario conservarlos hasta que bajemos de esa noria y abramos los ojos.”

“No olvides que  los sueños siempre se cumplen, pero solo  cuando  despertamos. Y que la vida nos enfrenta a muchos papeles. Y que en algún momento miramos hacia atrás orgullosos comprobando lo mucho que hemos logrado en base a fuerza, valentía y tesón”…







domingo, 6 de octubre de 2013

LA CULPA




Ya os hablé de él en alguna que otra ocasión.
Tiene coleta y barba. Unas gafas redondas que se resbalan continuamente hacia la punta de la nariz y siempre promete que va a arreglar.

Mi amigo es médico y psicólogo (de los buenos y entrañables). Por coquetería pura no dice su edad, pero ha pasado (estoy segura) los años en que los mayores con mucho camino recorrido,  se vuelven tan jóvenes de mente y espíritu, que uno no puede menos que quedarse callado cuando hablan y escuchar.

Me hace señas “así” con la mano y me enseña una banqueta invitándome a sentar. Mozart inunda la habitación en la que se ha colado con permiso.  La pipa que estaba fumando, aunque se ha apagado, ha dejado su santo y seña en esa habitación en la que si uno mira con ojo crítico necesita un repaso de arriba abajo, pero huele a hogar.

Comienza a hablar como si se supiera de antemano en lo que acaba de pensar. “…y entonces me explicó con lujo de detalles que la culpa no le dejaba conciliar el sueño y en cuanto apoyaba la cabeza en la almohada le empezaba a atenazar” (supongo que hablaba de un paciente, pero no quise preguntar)

Chupa su pipa con displicencia  y continúa,  supongo que reflexionando, como si yo no estuviera allí.  “Justamente había escuchado la entrevista a un viejo rockero explicando que “la culpa” es una mancha que te persigue y ni con piedra pómez te puedes quitar”

Se despereza. Ronronea como un gato. Mueve la cabeza de uno hacia otro lado - ¿para espantar fantasmas, quizás?- y prosigue:
“La culpabilidad es una enfermedad endémica que jamás se podrá controlar. No hay vacunas ni pócimas milagrosas para hacerlo. Si eres joven porque lo eres…si eres  viejo porque has cometido tantos pecados y tienes tantos remordimientos que ya ni sabes que pensar”

“Del dedo acusador de la culpa nadie se salva. Ni aunque te cambies de país o te fugues hacia el fin del mundo seguro que te va a alcanzar. Por eso insisto en que los niños son unos enanos ingeniosos porque su naturaleza les indica que deben experimentar. No sienten remordimientos: lo suyo es innovar sin sospechar que causan daño…Cuando eres adulto las cosas cambian porque la mayoría de injusticias las cometes con premeditación, alevosía y maldad para acumular poder, dinero, prestigio, reconocimiento ¿honor?. ¡Qué tontos son al no entender que la vida da tantas vueltas que muchísimas veces te hace regresar al punto de partida y ya no hay tiempo de volver a empezar”

Le miro intrigada. Sospecha que no entiendo a dónde quiere llegar. Sonríe y tose al mismo tiempo. Se suena la nariz y le echa “la culpa” al tiempo. Se levanta con cierta dificultad, coge  bolígrafo y  folio (de más está decir que le encanta hacer esquemas que supuestamente solo él entenderá)

“Aquí estamos. En pañales. Aquí comienza nuestra vida”, muestra,  al tiempo que comienza a hacer en esa línea que supuse recta, garabatos, signos de admiración,  curvas, paréntesis. Stop y señales. Caminos que no tienen fin. Grutas y cavernas y una flecha que desde el vértice derecho, regresa al punto de partida…”Y aquí volvemos cuando llegue el momento de marchar”, señala.

“Si has sido limpio y generoso, si has dado a más no poder, a rabiar, tu maleta invisible pesará tanto que a duras penas lograrás arrastrar. Cuando curioso la abras, apenas levantes la cubierta, aparecerán rostros agradecidos de gente que ni recordabas. Flashes de fotografías jamás tomadas pero que fueron parte de tu realidad. Amores y besos. Ternura infinita. Reconocimiento y admiración por como fuiste y  te prodigaste”.

“¡Pobre del que llegue al punto de partida cargando una bolsa de reproches y pesares. “Culpa” por no haber tenido la valentía y el coraje de pedir perdón cuando se equivocó,  dar la espalda cuando otro necesitaba su aliento. Pasar de largo cuando era ¡tan necesario!, detenerse un momento, encontrar una solución “de a dos”, extender la mano, soportar el peso ayudando a incorporarse. ¡Luchar codo a codo con el otro!”

“La justicia divina existe,  así creas en Dios, Mahoma o Alá! Los que suben como la espuma tarde o temprano bajan con una velocidad pasmosa, y cuando llegue el momento de despedirse se asombrarán de estar tan desnudos,  vacíos huecos e inconsistentes”.

“Sin nadie que esté a su lado para cogerles la mano, derramar una sola lágrima por ellos ni siquiera repetirles que la “culpa” es solo una palabra, a sabiendas que mienten  porque  de ella no se podrán desligar”