Siempre llega de golpe y sin necesidad de buscarlo.
Dicen que “los
recuerdos no se esfuman y desaparecen. Están todos ahí, escondidos bajo la
delgada costra de la consciencia, incluso los que creíamos perdidos para
siempre”.
Basta un gesto. Un
aroma. Un soplo de viento. Una voz, para que regresen y te asalten de forma
inesperada.
En mi caso vuelve
dibujando a trazo libre aquel pasillo
largo – larguísimo- que se abría después de atravesar el patio y la puerta de entrada de la casa de mi abuela,
que desembocaba en una sala rectangular y un comedor – sencillo, austero- con una mesa
interminable que albergaba sonidos de lo más variados.
Risas y charlas. Reprimendas y peleas
interminables entre los peques que
nunca terminábamos de ponernos de acuerdo, o protestábamos “ante algún desplante” alzando la voz.
Allí estaba nuestra “abu”,
atenta a todo, pero aparentemente sin prestar atención a nada. Siempre
cocinando, trajinando en la pila, lavando torres de platos sucios, esforzándose
en quitar la grasa del fogón.
Eran findes de invierno – con olor a castañas
cocidas en el horno- que se hacían exasperantes con tantos críos yendo y
viniendo de un lado al otro aburridos, nietos
que mis tíos dejaban a doña María para
que le hicieran compañía (pretexto que utilizaban para sacárselos de encima y
disfrutar de veinticuatro o cuarenta y ocho horas libres de agobios, pressing y compromisos impuestos con corsé que figuraban en la
letra pequeña de la cartilla de “padres” que firmaron por obligación).
Siempre,
invariablemente, llegaba Benjamín, mi tío “adorado” que resultaba ser una tabla
de salvación.
Soltero. Bohemio.
Mujeriego. Fumador. Actor frustrado (pero no tanto, había actuado en la
compañía de la española Pepita Muñoz), después de asfixiarnos a abrazos y
besos, tomar un café, servirse en una copita minúscula un culín de ron, nos llamaba la atención dando palmadas haciendo la
misma invitación: “vamos a hacer una “matiné”
– función de tarde- de teatro y a divertirnos un poco que esto se ve muy
triste!”, decía.
La primera que se apuntaba era yo.
La maquinaria se ponía
en marcha. Todos al mismo tiempo colocaban sillas mirando al escenario – una
sala presidida por un arco donde descansaban la nevera, la despensa atiborrada,
una escoba vieja. Un balde, un escobillón-
atentos y expectantes a los murmullos que llegaban detrás de la
escena.
Jamás olvidaré las “matinés”, ni tampoco los consejos de
Benja – al que “El Barba” llamó a su lado antes de tiempo, quizás porque
necesitaba que alguien le alegrara “la vida en el cielo”- o por cualquier otra
razón que todavía no he descubierto…Aunque apuesto que le dio un silbido por eso…
no sé yo…
Una tarde que Benja “me preparaba para actuar” ante mis
nueve primos – sí nueve- me llevó aparte. Tuvimos una larga charla donde me
aconsejó: “Hoy vas a ser una cantante y vas a salir allí, aunque tengas miedo escénico mostrando que eres la dueña
de la situación. Hazlo convencida que aunque no quieran te escucharán y ¡cuidadito
con el que no te preste atención!. Respeta al público, pero exige respeto. No
dejes pasar ni una, y si ellos te
hablan – porque después vendrá un diálogo entre actor y público donde preguntarás
que les pareció - escucha sus argumentos, pero si estás realmente segura de los
tuyos ¡no retrocedas ni un paso!”
”Si has estado
francamente lamentable, reconócelo pero NO TE HUNDAS. Intenta mejorar. Pule tu
actuación. Busca donde hacerles cosquillas para que rían. Ten a mano pañuelos
para limpiar sus lágrimas. Estira la mano para coger la que te ofrece ayuda. Da
las gracias. Aprende a pedir perdón. ¡Métete en la cabeza que la vida es puro teatro,
querida!”
“Un teatro donde se
finge y hay trampas que hoy nos parecen insalvables y salvamos. Agravios. Obcecación,
Mentiras y verdades a medias. Orgullo y y necedad. Chispazos de felicidad.
Derrotas y triunfos. ¡Pero eso es lo maravilloso, chiquita!”
“Nunca, jamás, sabremos
que nos va a suceder ni dentro de un instante ni mañana, porque todas son ilusiones y fantasías que
debemos llevar a término y completar”
“Este escenario no se está quieto. Gira, gira y gira y ahí abajo siempre hay
alguien dispuesto a arrebatarnos “un trocito de esperanza”. Por eso es
necesario conservarlos hasta que bajemos de esa noria y abramos los ojos.”
“No olvides que los sueños siempre se cumplen, pero solo cuando
despertamos. Y que la vida nos enfrenta a muchos papeles. Y que en algún
momento miramos hacia atrás orgullosos comprobando lo mucho que hemos logrado
en base a fuerza, valentía y tesón”…