CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

sábado, 25 de enero de 2014

CUADERNO DE VIAJE



Siempre me he imaginado que llevo un cuaderno en mi bolso.
Un cuaderno donde apunto ideas y  borroneo esperanzas, hago dibujos, perfilo mi futuro. Levanto barreras para que sin pedir permiso, asomen de puntillas los sueños, la magia y la ilusión buscando el sendero donde convergen la fantasía y la realidad.

Mi “cuaderno” es pequeño e invisible.
No tiene anillas ni bordes amarillentos de tanto ver pasar el tiempo.
Ni cortes por los costados.
Ni manchas oscuras que avisen que los años vuelan.
Es impecable. Silencioso. Jamás se despereza. Siempre está dispuesto a enjugar mis lágrimas y pucheros. A compartir mis carcajadas y preocupaciones.
 A “escuchar” sin repetir mis palabras ni siquiera al más cercano y confiable. A decir “sí” cuando me empecino en decir “no”.

En mi cuaderno de viaje, incansable, apunto mentalmente mis pasos,  meteduras de pata y rabias. Mi búsqueda constante. Mi “quiero y no puedo”. Mi mal humor frente a la realidad

Y escribo, escribo, escribo incansable con tinta invisible sobre sus páginas en blanco, pergeñando proyectos  que jamás verán la luz.
Depositando confianza “fe y esperanza” en quienes de uno u otro modo me darán la espalda a corto  o largo plazo, tan centrados están en sus problemas que solo piensan en sí mismos, ni en mí ni en los otros…en sí mismos sin prestarles atención a los demás.

En ocasiones mi “cuaderno” adquiere dimensiones gigantescas.
Se vuelve grueso y pesado, tanto que cuesta acarrearlo de aquí para allá.
Otras, se torna diminuto, sigiloso y taciturno, intentando pasar desapercibido, esperando que golpee a su puerta espiando por la mirilla para comprobar quien le llama, sabiendo de antemano ya, quien soy.

Sé que algún día llegará el momento de despedirnos.
Hacer  un balance de nuestra vida en común.
Resaltar con un rotulador fallos y aciertos.
Sacar conclusiones.
Chasquear la lengua por los errores cometidos.
Reconocer culpas. Sentir vergüenza por el dolor involuntario y voluntario que provocamos –tanto él como yo-  en los otros.
No sé cuándo, ni dónde, ni en que momento, ambos silenciaremos nuestras voces.
Tampoco quiero imaginarlo ni anticiparme.
Prefiero dejar que “el círculo se cierre” y el destino sea quien decida.
Mientras tanto, convivo con mi “cuaderno” que es mi propia conciencia, el relato de mi vida.
Mis desventuras y mis pequeñas conquistas.
Mi pasado. Mi presente y mi futuro.
El que me juzga en silencio sin un reproche ni  miradas.
Sin más…Mi YO interior.



domingo, 12 de enero de 2014

SEÑALES


Se llegaba después de atravesar un largo pasillo donde nuestros pasos – que parecían pertenecer a otros- retumbaban, la penumbra engullía y el enorme cuadro del abuelo Juan parecía seguirte con la mirada durante el recorrido.

Al final, después de cruzar una pequeña antesala, te topabas con la cocina: enorme, cálida, cruzada por una mesa donde las sillas vacías esperaban a sus dueños, mientras bostezaban de aburrimiento y se pegaban unas junto a otras a la espera de un  visitante imprevisto.

Frente al fogón de hierro siempre encendido, con llamas que chisporroteaban, encontrabas a mi abuela María “con algo” entre las manos: una labor de punto, bufandas a medio tejer, calcetines largos para los nietos, o patucos diminutos para el que “está por nacer” o recién nació.

Entonces te miraba con ojitos traviesos – que  jamás conocieron las gafas- se ajustaba el pañuelo negro a la cabeza, alisaba el mandil retirando la costura y repetía: “estaba segura que vendrías”.

Ella siempre estuvo, en mi memoria infantil y luego adulta, envuelta en un halo de misterio, como si se anticipara a todo (o estuviese de regreso de todo), como si la sabiduría que no regalan el instituto ni la universidad, hubiera regido su destino y nada le fuera desconocido.

Y fue un secreto que nunca comentó…hasta aquella tarde cuando sentadas junto al fuego, mientras festoneaba una labor, susurró como al pasar: “no tiene truco ni vuelta, sigo “las señales” y escucho mi corazón”.

“Cuando andaba por tu edad, que mis once años tuve aunque parezca mentira (se rió), confiaba en todo el mundo, creía que “todo el mundo” era bondadoso, caritativo, sencillo, humilde, solidario y tardé darme cuenta que estaba equivocada. Fue la misma vida  quien me enseñó que no todos hemos sido “calcados” con carbonilla, y hay diferencias y clases. Un saber captar a los demás que algunos se empeñan en llamar un “don”.

“No es así. Aquí donde las  ves, duelen estas manos de haber apretado tanto en vano a otras que no correspondieron. Los brazos de proteger sin siquiera recibir un “gracias” a cambio. De luchar sin descanso tratando de evitar ser pisoteada. Agotada de empujar márgenes a codazos para hacerme un lugar”

“Un buen día comprendí que debía mirar pero que muy bien todo lo que me rodeaba, pero también escuchar  mi “yo interior”. Quedarme quietecita y escucharlo, entender lo que  explicaba. Tomar cuenta de mis errores. Recordar aquello que aprendí con dolor”

“Aunque no lo percibas,  desde el momento que naces, ALGUIEN – decide tú quien- nos ha puesto señales en el camino que debemos seguir. Y les pones el nombre que  quieras: chispazos, luces, avisos que te hacen volver a la realidad, poner los pies sobre la tierra…y en esto no hay brujería ni premonición”

“Si logras ver las señales, si te tomas la molestia de hurgar en tu mundo particular, si le haces caso a “esa vocecita” que te indica y ayuda a reconocer quien es quien en este universo similar a una selva, lo que está bien, mal o peor, abrirás una pequeña cajita de sabiduría que solo te pertenecerá a ti y podrás consultar en cualquier momento…y vuelvo a decirte: “presta atención a lo que  susurra tu interior”.

“Solo entonces comprenderás  que hay infinidad de frentes abiertos contra los que tendrás que luchar un día, otro, y otro más.
 Descubrirás trincheras donde refugiarte.
 Amigos leales que no piden nada a cambio.
Traicioneros que te delatarán  en cuanto se presente la ocasión”

“También hallarás risas para compartir y llantos para enjugar.
Dolores “insuperables” que finalmente lograrás superar.
 Experiencias a granel que te irán forjando sin que lo adviertas.
Y una tarde cualquiera, caerás en la cuenta que has crecido y madurado tan “a tu tiempo” siguiendo esas “señales” que te ha regalado la vida y de la que nunca te apartaste ni desviaste la atención”…