Siempre me
he imaginado que llevo un cuaderno en mi bolso.
Un cuaderno
donde apunto ideas y borroneo esperanzas,
hago dibujos, perfilo mi futuro. Levanto barreras para que sin pedir permiso, asomen de puntillas los sueños, la magia y
la ilusión buscando el sendero donde convergen la fantasía y la realidad.
Mi
“cuaderno” es pequeño e invisible.
No tiene
anillas ni bordes amarillentos de tanto ver pasar el tiempo.
Ni cortes
por los costados.
Ni manchas oscuras que avisen que los años vuelan.
Es
impecable. Silencioso. Jamás se despereza. Siempre está dispuesto a enjugar mis
lágrimas y pucheros. A compartir mis
carcajadas y preocupaciones.
A “escuchar” sin repetir mis palabras ni
siquiera al más cercano y confiable. A decir “sí” cuando me empecino en decir
“no”.
En mi
cuaderno de viaje, incansable, apunto mentalmente mis pasos, meteduras de pata y rabias. Mi búsqueda
constante. Mi “quiero y no puedo”. Mi mal humor frente a la realidad
Y escribo,
escribo, escribo incansable con tinta invisible sobre sus páginas en blanco,
pergeñando proyectos que jamás verán la
luz.
Depositando
confianza “fe y esperanza” en quienes de uno u otro modo me darán la espalda a
corto o largo plazo, tan centrados están
en sus problemas que solo piensan en sí mismos, ni en mí ni en los otros…en sí
mismos sin prestarles atención a los demás.
En ocasiones
mi “cuaderno” adquiere dimensiones gigantescas.
Se vuelve
grueso y pesado, tanto que cuesta acarrearlo de aquí para allá.
Otras, se
torna diminuto, sigiloso y taciturno, intentando pasar desapercibido, esperando
que golpee a su puerta espiando por
la mirilla para comprobar quien le llama, sabiendo de antemano ya, quien soy.
Sé que algún
día llegará el momento de despedirnos.
Hacer un balance de nuestra vida en común.
Resaltar con
un rotulador fallos y aciertos.
Sacar
conclusiones.
Chasquear la
lengua por los errores cometidos.
Reconocer
culpas. Sentir vergüenza por el dolor involuntario y voluntario que provocamos
–tanto él como yo- en los otros.
No sé
cuándo, ni dónde, ni en que momento, ambos silenciaremos nuestras voces.
Tampoco
quiero imaginarlo ni anticiparme.
Prefiero
dejar que “el círculo se cierre” y el destino sea quien decida.
Mientras
tanto, convivo con mi “cuaderno” que es mi propia conciencia, el relato de mi
vida.
Mis
desventuras y mis pequeñas conquistas.
Mi pasado.
Mi presente y mi futuro.
El que me
juzga en silencio sin un reproche ni
miradas.
Sin más…Mi YO interior.
Sin más…Mi YO interior.