Aunque no
escriba sobre ella, aunque no la traigo a colación, está ahí.
Aquí. Siempre presente.
Tanto su
figura como sus guiños.Sus miradas, sus consejos velados.
Su sabiduría. Su eterno cariño. Su
afán por protegernos.
Sus
enseñanzas.
Su amor.
Su calor.
Mi abuela
María tenía la sana costumbre de “no tirar nada y aprovechar
todo”, incluso cuando sobraba un trozo de pan y ya no podía ni
siquiera rallarlo le daba un beso antes de echarlo al cubo de basura
“porque ¡hay tanta gente que se lo
llevaría a la boca sin pensárselo dos veces”…
Mi abuela
era una artista en el remiendo, en
zurcir calcetines colocando un mate para que estuviesen estiraditos
y no equivocar la puntada.
En hacer
dobladillos en
los bajos de los pantalones.
En
achicar cinturas de las faldas.
En
fabricar repasadores de
paños de cocina, para sacarle brillo al fogón.
En
recortar toallas enormes y requeté
usadas para hacer minúsculas
toallitas solo para quitar el polvo de las manos o el sudor.
Confieso
que muchas veces quise imitarla, pero las manualidades no eran – ni
son lo mío- y por más que insistiera…el resultado final no tenía
perdón.
Una tarde
y hace mucho tiempo (tanto que el pelo largo hasta la cintura me
obligaba a recogerlo en una coleta ancha, los mechones me caían al
costado de la cara y los ojos permanecían frescos y vivaces) cogí
un trozo de tela que encontré en el costurero, le hice un tajo y con
una paciencia infinita me propuse imitarla recordando su afán por
rescatar todo y no desperdiciar nada.
Mientras
intentaba mantener la labor recta sobre las rodillas, me pinchaba con
la aguja, manchaba la tela con una pequeña gota de sangre, me
chupaba el dedo – de verdad lo digo- con vergüenza y un pelín de
dolor, levanté la vista, la vi atisbando por los cristales y
mientras se acercaba con su figura encorvada, inconfundible, escuché
su voz.
“¿A
que no te atreves?”, preguntó mientras arrastrando una silla se
sentó a mi lado. La miré fijamente. Dejé la costura y apoyé la
tela en el suelo.
“¿A
que no te atreves a hacer “esto”?, explicó recogiendo tijera,
aguja, hilo y trozo de trapo y
dando un tijeretazo profundo lo rasgó y dividió en dos. Y con cada
uno de ellos en las manos, despacito – como siempre solía hacerlo-
habló.
“En la
vida siempre hay un principio, una parte intermedia y un final. El
que te diga que de nosotros depende todo, todo…se equivoca. Porque
en gran parte sí depende. Pero en gran parte no ¡porque hay tantas
situaciones que influyen para incitarte a caer en la equivocación”.
“Aunque
si tú no das el primer paso, no habrá zancadas
sucesivas”
“Si te
quedas estática y no te atreves a decir ni palabra ni el mismo
Universo escuchará tu voz”
“Si
temes confundirte, meter la pata, arruinar lo poco que conseguiste,
“la rueda” se detendrá. Nadie reparará en ti. Ni admirará tu
osadía. Tu ambición de conocimientos. Tu valor”.
“Si
esperas que alguien tome la iniciativa en tu nombre ¡puedes esperar
sentada!, ya que “el otro” supondrá exactamente lo mismo
preguntándose “¿Y por qué debo ser yo, el primero. ¿Por qué
yo??”.
“La
vida es ésta tela…¿lo ves?.”
“¡Córtala!.
¡Hazla pequeños trocitos!. Colócala sobre una tabla y como un
crucigrama, un
puzle, recomponla con infinita paciencia. Algunos, pueden que a
la primera no encajen. ¡Entonces
insiste! festonea los bordes, apártalos, vuelve a ponerlos en un
sitio hasta que hayas conseguido – al menos- un cuadrante aceptable
que merezca aprobación”
“Y si
alguien te aconseja que no lo hagas, míralo con displicencia,
continúa con tu trabajo…Si estás realmente convencida de lo que
quieres ¡da tu aprobación con la cabeza pero sigue, sigue, sigue
los dictados de tu corazón!”
“¿Sabes
lo que significa un fracaso?”
“No
haber tenido la valentía de luchar por un cometido. Haber caminado
por la senda que te indicaron sin pensar que podría haber “algo
más” esperando que le descubrieras”.
“No
haber innovado por terror al ridículo, a las habladurías, al vacío,
al qué dirán. ¡Niña!!!! ¡Es que hay que forzar las puertas de
la imaginación, dejar entrar los sueños, las fantasías, los
enamoramientos fugaces. La lágrima y la risa. La alegría y el
dolor”
“Pero
todo eso se consigue ¡rasgando muchaaass telas y mandando a paseo
las ideas preconcebidas!. Atreviéndose a cortar. Atreviéndose a
todo aún a riesgo de equivocarse y comenzar de cero, aunque luego tú
misma te debas pedir perdón”.
“Se
aprende a vivir y a sortear los escollos atreviéndose a decir SÍ,
cuando estás absolutamente convencida de ello. Y a rechazar con el
cuerpo, con la cara, con las manos todo aquello que por burlas del
destino, para ponerte a prueba, te indica que silabees
un NO”…