Es cierto que hoy por hoy, muchos “detestan” oir la verdad.
Miran hacia otro lado cuando exiges menos palabras y más resolución.
Te etiquetan de idiota y demodé en un mundo al que ni siquiera has pedido viajar. Un lugar hostil y extraño donde a diario compruebas tu absoluta indefensión.
Pero como siempre me gustó llamar las cosas por su nombre…
.Me importa un bledo que intenten convencerme que las promesas – que nunca me creí- las arrasó un vendaval o el viento las devastó.
.Que para sobrevivir hay que engañar.
.Que la integridad es una utopía.
.Que cueste lo que cueste harán añicos mi ilusión.
Podrán poner trabas mil trabas en el camino.
Cientos de palos en mis ruedas.
Podrán intentar cambiar el rumbo de mis sueños
Tal vez lo intenten ¿por qué no?...
Pero no cuentan con que la vida te da cartas y eliges con cuál jugar.
Que hacerlo mal no es fracasar.
Que aunque es difícil pelear contra el desánimo, ya he aprobado esa lección.
Que jamás se equivoca el que no hace nada.
Que el “cerebro aprende con dolor”…
Por eso seguiré llamando a las cosas por su nombre.
Diré “Amor” cuando quiera decir amor, y no sexo.
“Mentira” cuando me la hayan jugado.
“Rabia” al sentir impotencia y desazón.
Pero mi mayor reto es levantarme por la mañana, enfrentar el espejo y decir que el día es mío.
Que en mí está poder cambiarlo.
Que es mía es la decisión…
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