CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

domingo, 1 de diciembre de 2013

ESTAR AHÍ..."ESTAR"...



Me suele pasar en infinidad de ocasiones, sobre todo cuando la casa se despereza  en silencio. Cuando no escucho  ruidos con los que estoy familiarizada. Ni voces que me hacen desviar la mirada y  requieren mi atención.

Es entonces que pienso en el significado de la palabra “estar” (permanecer, encontrarse, ser, existir, acompañar, consolar, vivir) y en la grandeza de su contenido. En su importancia vital.

De pequeña oía: “Hay que desconfiar de los extraños”. “No hables con desconocidos”. “Desvía la mirada cuando alguien que no es de tu círculo se  acerca”. “No hagas comentarios ni intercambies ideas con alguien de fuera”. En síntesis: “Ver, oír y callar”.

Afortunadamente jamás hice caso a esas “cuasi” recomendaciones dichas como al descuido, aún dentro de mi propia familia. Me abrí al mundo con cautela, pero me di por entero sin pensarlo dos veces con tal de “permanecer, acompañar”.

Con el paso del tiempo he comprobado – en infinidad de ocasiones- aún con dolor, que los que creía iban a “estar”, se esfumaron como por arte de magia cuando más les necesitaba. Y  quienes apenas conocía, se acercaron a confortar sin que mediara ningún deseo oculto, ninguna pretensión.

Aprendí – con dolor y lágrimas- que hay amigos de acero o hierro que se entregan por completo aún   a miles de kilómetros de distancia. Y otros, “tan cerca y tan lejos”, que con inmensa amargura, debes obviar de tu agenda cotidiana. Sólo cuentas con ellos, cuando “ellos”  necesitan  mitigar su propia desazón.

Que la complicidad puede alimentarse a través de los años. O nacer de forma espontánea prácticamente sin buscarla, a través de un gesto, una mirada o una frase dicha al descuido, pero lo fundamental es que siempre espera que avives esa llama y está esperando que sientas su calor.

Que no existen barreras para apoyar al extraño.
Ni fronteras para buscar consuelo.
Ni nubarrones para la esperanza.
Ni techos para la solidaridad.

Tal vez muchos no logren entenderlo, pero estoy convencida que todos necesitamos desesperadamente los unos de los otros.
También de aquellos que, sin siquiera sospecharlo, se encuentran dispuestos a tender la mano para levantarnos.
Recoger nuestra mochila cuando nos fallan las fuerzas.
Señalar errores sin edulcorarlos.
Ser nuestra sombra  a lo largo de un camino.
 Mostrarnos un atajo.
Curar nuestras heridas y suavizar nuestro dolor…



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