Tres timbrazos. Sólo tres son necesarios para que mi amigo
sepa quién soy. Largos, espaciados, como si uno le diera tiempo al otro de
llegar y así, juntitos como están acostumbrados, a acompañarme a subir despacio
los peldaños que llegan hasta la tercera planta – nunca funciona el ascensor-
de ese apartamento siempre tibio, siempre dispuesto a recibirme. Infinitamente
acogedor.
Tiene la chimenea encendida. Y una pila de libros
desparramados sobre el sillón. La pipa descansa sobre la mesa de pino y cuando
me asomo a la sala veo solo su espalda, un trocito
de sus pies apoyados sobre una banqueta y su coleta gris y larga, asomando
“la nariz” por el viejo jersey que a pesar de sus años siempre parece recién
estrenado. Pulcro e impecable. Inmaculado a pesar de haber perdido el color.
Huele a madera quemada. Y a café recién hecho. A sándalo e
incienso y a medida que me voy acercando a su “figura” el aroma se hace más
intenso. Ya cara a cara, observo sus manos. “¿Qué haces le pregunto”?.
Carraspea antes de contestar: “pensando y entreteniéndome con
el “Juego del cordel” que es una especie…” No le dejo terminar ¡si lo conoceré,
si habré jugado y me habré hecho un lío tratando de formar figuras con un hilo
anudado en las dos manos, con la ayuda de los dedos “fabricar”, atajos,
cerrojos, puertas y ventanas, salidas y escondrijos. Pirámides y cilindros tan
complicados que siempre necesité auxilio para salir de esa especie de laberinto
complicado hasta para un matemático, científico, psicólogo (como él), hombre de ciencia o
doctor.
“Yo le he bautizado como el Juego de la Vida y no del Cordel,
como se le conoce” me explica. “Partes de una “jugada” sencilla como es
mantenerlo tirante y sin problemas, y a medida que vas avanzando, según tu
habilidad todo va a mejor o a peor”.
“Crees que estás solo en éste intríngulis, y cuando menos te
lo esperas, sale “éste contrincante” – dice señalando el meñique- que es un
mequetrefe pero te corta el paso y como pretende pasar desapercibido para hacer
de las suyas sin cargar con la culpa, es más difícil neutralizarlo o dejarle el
paso libre al constatar que es superior”.
“Entonces te detienes y preguntas: ¿Y ahora hacia dónde voy?
Está todo tan calmo y estático que
¡nadie se fija en mí, ni tampoco saben quién soy! Claro ¡no existes hasta que
no vuelves a ponerte en movimiento!. Tocas aquí y allá sin resultados oyendo
como respuesta silenciosa uno tras otro el “¡NO!. Hasta que caes en la cuenta
que todo vuelve a cobrar sentido si sacas a relucir el dedo anular, lo entrecruzas
con el índice. Tiras puntas por aquí y allá. Despejas el sendero…y siempre,
siempre, los hilos se destensan, la maraña se deshace, “la carretera” vuelve a
retomar su curso”
“El alma vuelve al cuerpo”.
“La cabeza a su sitio”
“El corazón deja de galopar como un potro enloquecido y resuena como lo que
siempre fue: un corazón”
“Aunque pienses erróneamente, que pasamos sin ser oídos,
observados o tenidos en cuenta… el que busca, siempre encuentra…”
“Busca la salida y la hallarás. No desesperes por llegar ni
desvíes tu mirada de la meta y recuerda que mientras estemos “aquí”, nos
veremos obligados a “practicar” el Juego
del Cordel…o el Juego de la Vida, que es como me gusta llamarle a mí. Como le
llamo yo…
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