CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

lunes, 29 de octubre de 2012

"EL RESTO DEPENDE DE TI"






Ni miento ni exagero. Aún en los peores momentos cuando veo que todo se derrumba, la esperanza se hace añicos, mis proyectos se tuercen o no salen como los imaginé, cuando estoy casi tocando fondo a punto de cerrar la mochila donde acomodé mis sueños, lo puedan creer o no, escucho una vocecita interior que repite: “Sigue luchando y no abandones. El resto de la aventura depende de ti”

La palabra “vida” encierra mil conceptos diferentes. Éxitos y fracasos. Locura. Ambición. Traiciones y lealtades. Crueldad. Espanto. Desazón. Y en ese camino que nos vemos obligados a transitar hay obstáculos y piedras. Precipicios y senderos. Cornisas, fatiga, sinsabor.

Mientras caminamos por ella probablemente se nos agotarán las fuerzas y cuando hagamos  un alto para recuperarlas, se aprovecharán de nosotros con tal de quitarnos algo y no siempre pondremos la otra mejilla indulgentes para recibir el próximo bofetón.

La vida es una caja de sorpresas repleta de confetis de colores, de lluvias y tormentas que nos obligan a replegarnos antes de tomar la iniciativa y pensar en avanzar. Ráfagas estridentes que nos hacen bajar la mirada, nubarrones y en alguna que otra ocasión apenas un rayito de sol.

Y para tantísimo que nos falta por conocer, palpar, aprender, escuchar, elevar la voz, aceptar y disentir,  esa vida es tan corta, se va tan de prisa que cuando llega al final nos arrepentimos de no haberla disfrutado de cabo a rabo, de derecha izquierda, de frente y al revés paladeando – pero ¡de verdad!- todo lo que nos ofreció.

No soy quien para aconsejarte, pero me niego rotundamente al menos a no dejar una reflexión:

.No te quedes pasmado viendo  pasar la vida delante de tus ojos, contemplándola como un simple espectador. ¡Salta de tu butaca al escenario! improvisa los guiones, métete en el papel a fondo, deja la vergüenza de lado y  transformate en actor.

.Cuando ames, hazlo con tal intensidad que te crujan los huesos. Cuando beses no abandones la pasión. Enfádate y rebélate- puedes y debes hacerlo- pero no olvides que el que te ha traicionado, lastimado y vapuleado ni siquiera merece que le recuerdes y le guardes rencor.

.Date permiso para confundirte y equivocarte tantas veces como sea necesario,  sabiendo de antemano que siempre habrá alguien que te volverá a enseñar aquel sendero o ese atajo donde finalmente llegarás, aunque no sea el que habías trazado en un principio y quizás descubras que es infinitamente mejor.  

.No pretendas  “para ayer”, piensa en “mañana”, pero sobre todo en el “hoy”. Construye tu personal castillo de naipes, y si se cae o se desvanece en el aire, que no te paralice ni te frene para comenzar otro y otro y otro hasta que logres equilibrarlo, levantarlo y apuntalarlo a golpes de mano y puño, de paciencia, esfuerzo y muchísimo tesón

¡No tengas miedo de vivir amigo!. Repite y memoriza que es lo que pretendes sembrar y recoger e inicia el viaje  aunque por delante veas un inmenso vacío dispuesto a engullirte quedándose con esa parte tuya que consideras prioritaria…la mejor…

Salta piedras y cruza riachos. Sortea corrientes. Aminora el paso cuando el corazón te indique que lo hagas y jamás desconfíes de tu intuición. Sigue luchando contra tus miedos e incertidumbres y no abandones el camino, aunque intenten convencerte que nada es real y dentro del esquema que te han creado se vive mejor.   Escucha esa vocecita que tal vez te recuerde que “siempre es buen momento para empezar y el resto de la aventura solo depende de ti”, porque si algo está claro, tú solo el dueño y señor.

Hasta la próxima






domingo, 21 de octubre de 2012

PERMITETE LLORAR




Permítete llorar


“Basta de remar en el desierto. Punto final.  Se acabó”. Así dice el correo que  me envía un amigo que aunque está a doce mil kilómetros de distancia,  llevo grapado en el  corazón.

Está harto. Cansado de pelear.  Pivotear en un barco sin rumbo. Dar hasta la última gota de sangre y aliento en una profesión a la que ama por encima de todas las cosas sin ser correspondido. Solo miradas aprobatorias. Buenas intenciones. Predisposición y sonrisas  que no  saldarán las cuentas, ni  pagarán  la luz,  ni los impuestos, ni el gas ni el teléfono.

Le entiendo. Me duele su frase: “Basta de remar en la arena”.  Por eso no pierdo tiempo en contestarle: “¿has pensado que remando y remando en algún momento la pala puede tropezar con el agua y entonces   avanzar? ¿Has analizado si con un movimiento de cuerpo o un viraje, tomas un rumbo diferente y verás otras costas que ni siquiera imaginaste, un pedacito de tierra donde de golpe brilla el sol?”

Por experiencia propia sé que partir es duro y desgarrador decir adiós a todo.  A tu país. A la familia y los recuerdos. A  los amigos y  los afectos. Al perfume del barrio y de las calles. Al silabeo de la tierra, al café compartido con los que quieres. A la sonrisa y los buenos momentos. Pero cuando todo eso pasa a segundo plano porque necesitas sobrevivir ¡sí que se acabó!

Hay que empezar a transitar un camino escarpado con nombre que mete miedo: Adaptación. Siempre temblamos ante lo desconocido, pero hay que seguir avanzando. Descubriendo. Palpando. Aceptando. Modificando. Tachando. Sumando. Arrancando de nuestra vida lo que nos lastima y aceptando la mano del que nos hace sentir infinitamente mejor.

Cuando estés dispuesto a emprender ese viaje,  cuando tengas el billete  en la mano, no aceptes que nadie te aconseje que  seas valiente “y no se te ocurra llorar”

¡Jamás pidas permiso  para hacerlo ni te arrepientas de tu llanto,  ni  por sentir el sabor amargo de las lágrimas y escuchar como galopa el corazón!  Tampoco de repetir  cien mil veces   “te quiero”  aunque el otro lo sepa,     “te necesito” aunque esté sobreentendido,  “¿puedo ayudarte?”  o “¡aquí estoy”!

Vive según tu propio esquema y si no lo tienes trazado, esboza uno sin que te importe la opinión de los demás. Que el llanto no te impida disfrutar de todo lo que te estás aprendiendo. Recuerda que respiramos, latimos, vibramos, somos de carne y hueso y mostrar nuestra congoja o exhibir en un escaparate el dolor nos diferencia de la piedra y el yunque. La cibernética y  los robots.

No me atrevería a decir de los animales. Ellos también se encierran y se aíslan sin poder contener las  lágrimas  cuando se les rechaza, se ven acorralados,  sufren un agravio,  y se dejan morir de pura tristeza cuando se les da la espalda o pierden un gran amor.


domingo, 14 de octubre de 2012

EL MIEDO



El miedo


Aunque lo neguemos y aunque no lo querramos ver, estoy convencida que nuestro pasaporte a la vida tiene fecha de caducidad .

En cuanto abrimos los ojos y salimos por primera vez al mundo, lo hacemos con tanta prisa que ni siquiera ojeamos  lo que dice entre sus páginas flamantes y nuevecitas: que es con lo que cargamos, que no podremos llevar, lo que tendremos que dejar en casa antes de partir.

El miedo es un pesado equipaje del que nunca nos podremos desprender. Siempre nos va a acompañar hasta que “quien tenga que venir” nos de una palmadita en el hombro, nos haga un gesto o un guiño anunciando que el tiempo se ha agotado y es hora de decir adios

Como un lunar, una marca de nacimiento, una pequeña cicatriz tendremos que aprender a convivir con él, a integrarlo en nuestro día a día,  hacerlo partícipe de nuestras noches y preocupaciones. De nuestras lágrimas y  desvelos. También de la alegría. De la euforia. Del dolor.

Sencillamente está allí y por más que le humillemos con nuestra prepotencia, le quitemos importancia, lo apabullemos con frases grandilocuentes o fueras de tono, pasará de nosotros sonriendo para sus adentros sabiendo que aunque no nos atrevamos a confesarlo, es él quien ganará y ganó.

Por eso no dejemos que nos invada. Pongamos freno y barrera de una vez por todas a esa sensación tremenda de inmovilidad que precede a la desazón encarándolo con un: “¡Sí señor, todos tenemos miedo y mal que le pese, si USTED está ahí, aquí estoy YO!”

Hay miedo porque te amo y no me amas. Miedo porque me encadené a tu vida que no es la mía y ya no sé que es peor. Miedo a vivir con indolencia. A pelear y ser vencido. A perder y a triunfar y cuando gane la partida no tener la menor idea que hacer para subir el listón.

Ese miedo y esa angustia forman parte de una vida que sé bien, no pediste, pero se te dio. Sé tremendamente egoísta y aprovéchala al máximo. No es fácil, tómalo como un ejercicio rutinario pero ¡pónlo en práctica por favor!

Convéncete que eres un gladiador sin espada, escudo ni coraza rodeado de enemigos que debes sortear. guiado por el convencimiento de encontrar una salida y  retén ese objetivo como una fijación

Saca fuerzas de donde nunca imaginaste. Lucha poco a poco  sin bajar los brazos contra tus propias inseguridades y titubeos. Comienza a respetarte a ti mismo y  valora tu capacidad. Si te dan un golpe, retrocede y crece. Ponte de pie. Vuelve a intentarlo y comprobarás que cada vez avanzas y pisas más fuerte y ya no eres un peluche ni un muñeco de latón

¡Cambia tu actitud por la de un guerrero!. Si recibes palos, sopórtalos y deja que curen tus heridas quienes te quieren bien. Toma conciencia que estás entero y estás vivo. Ríe y besa. Arropa y déjate amar por quien te merece. Separa la paja del trigo y guarda en tu morral la mejor.

 Distingue y compara. No pierdas el tiempo lamentándote por lo que pudo suceder y no sucedió, viendo mientras tanto lo que se mueve a tu alrededor como un simple espectador.

Y aunque tropieces y te equivoques, aunque te culpes y te arrepientas de haber comenzado ¡inténtalo una y otra vez! hasta que llegue el día en que  aún con recelos, vicisitudes, adversidades y errores entiendas que no ha llegado la hora de la despedida, vale la pena estar vivo y has aprendido la lección.












viernes, 5 de octubre de 2012

PENSANDO EN + (POSITIVO)



Cuando era pequeña y me golpeaba, me caía o hacía daño recurría a mi abuela María- muy sabia e inteligente-  que después de pasar la mano por la herida siempre  aconsejaba con una sonrisa: “Tú eres más lista que él. Duélele  al dolor”.

Una recomendación que intento no olvidar, sobre todo en estos tiempos que corren donde ése dolor parece haberse arraigado con fuerzas sin ganas de soltarnos, y en el que hay que tener demasiado temple, una increíble fuerza de voluntad y convencimiento para no bajar los brazos, seguir luchando, salir adelante.

Vivimos en un mundo donde lo negativo, aventaja a la esperanza y sin darnos cuenta atraemos la negrura, la desazón, el desconcierto. La falta de motivación.

Mi hijo menor me regaló hace un tiempo un libro que acabo de releer (El Secreto, de Rhonda Byrne), donde la autora repite que tengas la religión que tengas, creas en quien creas, sigas a quien sigas, tanto el hinduismo como el budismo, el judaísmo o el cristianismo los grandes Maestros nos” enseñan que la ley de atracción es la más poderosa del universo; ha existido desde los albores del tiempo y siempre existirá”

¿No te has dado cuenta que cuando estamos metidos de lleno en un problema atraemos a personas que están igual (o peor) que nosotros como un imán?,  Byrne lo resume en pocas palabras: “Lo semejante atrae a lo semejante”

Siempre he tenido en claro que por más que haya que enfrentarse a decenas, cientos de adversidades, no hay que regodearse en ellas, abandonarse, sentirse desdichado, sino visualizar con toda nuestra energía un futuro mejor convenciéndote que: “Si lo ves en la mente, lo tendrás en la mano”

Hace unos días te repetía que tú eres el dueño de tu vida  y así es…¿entonces? ¡adelante! Moldéala como si fuese un trozo de arcilla, lima aristas, dale forma, intenta que poco a poco se convierta en la pieza que has soñado y no te amilanes si al principio se rompe, resquebraja, tengas que volver a dibujarla hasta que esté completamente lista según la imaginaste.

Piensa en lo que quieres, y no en lo que no quieres”. Escucha lo que dice tu voz interior porque tus pensamientos “son las semillas y la cosecha dependerá de cuantas hayas echado sobre la tierra”.

No te des por vencido si una tormenta arrasa con todo y has perdido el fruto de tu trabajo. Rebélate contra el impulso de echarte a sollozar eternamente, compadecerte de ti mismo, pegar un portazo, olvidar tu meta.

Llora hasta que no tengas más lágrimas. Grita hasta que te quedes sin voz. Maldice todo lo que tengas que maldecir. Desahógate. Rebélate. Enfádate. Pero una vez que hayas llegado al fondo, una vez que sientas que ya no tienes más fuerzas para lamentarte, CRECE, RECAPACITA, ENDERÉZATE, RECOBRA EL ESPÍRITU y hazme caso convéncete que:“Tú eres más fuerte que él y duélele al dolor”

Hasta la próxima