CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

domingo, 21 de octubre de 2012

PERMITETE LLORAR




Permítete llorar


“Basta de remar en el desierto. Punto final.  Se acabó”. Así dice el correo que  me envía un amigo que aunque está a doce mil kilómetros de distancia,  llevo grapado en el  corazón.

Está harto. Cansado de pelear.  Pivotear en un barco sin rumbo. Dar hasta la última gota de sangre y aliento en una profesión a la que ama por encima de todas las cosas sin ser correspondido. Solo miradas aprobatorias. Buenas intenciones. Predisposición y sonrisas  que no  saldarán las cuentas, ni  pagarán  la luz,  ni los impuestos, ni el gas ni el teléfono.

Le entiendo. Me duele su frase: “Basta de remar en la arena”.  Por eso no pierdo tiempo en contestarle: “¿has pensado que remando y remando en algún momento la pala puede tropezar con el agua y entonces   avanzar? ¿Has analizado si con un movimiento de cuerpo o un viraje, tomas un rumbo diferente y verás otras costas que ni siquiera imaginaste, un pedacito de tierra donde de golpe brilla el sol?”

Por experiencia propia sé que partir es duro y desgarrador decir adiós a todo.  A tu país. A la familia y los recuerdos. A  los amigos y  los afectos. Al perfume del barrio y de las calles. Al silabeo de la tierra, al café compartido con los que quieres. A la sonrisa y los buenos momentos. Pero cuando todo eso pasa a segundo plano porque necesitas sobrevivir ¡sí que se acabó!

Hay que empezar a transitar un camino escarpado con nombre que mete miedo: Adaptación. Siempre temblamos ante lo desconocido, pero hay que seguir avanzando. Descubriendo. Palpando. Aceptando. Modificando. Tachando. Sumando. Arrancando de nuestra vida lo que nos lastima y aceptando la mano del que nos hace sentir infinitamente mejor.

Cuando estés dispuesto a emprender ese viaje,  cuando tengas el billete  en la mano, no aceptes que nadie te aconseje que  seas valiente “y no se te ocurra llorar”

¡Jamás pidas permiso  para hacerlo ni te arrepientas de tu llanto,  ni  por sentir el sabor amargo de las lágrimas y escuchar como galopa el corazón!  Tampoco de repetir  cien mil veces   “te quiero”  aunque el otro lo sepa,     “te necesito” aunque esté sobreentendido,  “¿puedo ayudarte?”  o “¡aquí estoy”!

Vive según tu propio esquema y si no lo tienes trazado, esboza uno sin que te importe la opinión de los demás. Que el llanto no te impida disfrutar de todo lo que te estás aprendiendo. Recuerda que respiramos, latimos, vibramos, somos de carne y hueso y mostrar nuestra congoja o exhibir en un escaparate el dolor nos diferencia de la piedra y el yunque. La cibernética y  los robots.

No me atrevería a decir de los animales. Ellos también se encierran y se aíslan sin poder contener las  lágrimas  cuando se les rechaza, se ven acorralados,  sufren un agravio,  y se dejan morir de pura tristeza cuando se les da la espalda o pierden un gran amor.


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