CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

jueves, 27 de diciembre de 2012

EL QUE TE QUIERE BIEN...




Soy periodista. Ni psicóloga ni psiquiatra.  Sólo periodista.
No he visto pasar por mi consulta  a pacientes angustiados, ni  derivado casos que necesitaban otro tipo de atención.

No puedo alardear de conocer de arriba abajo las teorías de Freud. Ni soy quien para decir que se debe hacer o no. Tampoco para señalar, recriminar. Poner límites. Marcar territorios.  Convencer u obligar.

He sufrido y he herido mucho, tal vez sin intención. He amado profundamente y aún hoy amo. Me ha reconfortado  gente que ni conocía y lo sigue haciendo hoy y aún los que creía conocer a fondo,  me han apuñalado con habilidad y saña sin compasión.

He tropezado con piedras enormes. Me he caído y   levantado, sacudiendo el polvo de mi ropa pero sin quitarlo totalmente -como bien dice un querido amigo-  “para que siga siempre ahí la tierra que arrastran mis zapatos y  me recuerden de donde vengo, hasta donde he llegado, hacia dónde voy”.

Desde aquí, ni mando ni ordeno. Ni doy cátedra ni dirijo. Hablo en voz alta. Escribo. Intento ordenar los pensamientos y a esos mismos ponerles voz, fuerza. Comprensión para superar un escollo. Una duda. Una frustración.

Por eso hoy, me gustaría recordar algo que tal vez te ayude a reflexionar sobre los que te rodean y es tan elemental, que  quizás por eso no le hayas prestado atención.

 El que te quiere bien: dice lo que opina aunque te duela, intentando que entre tú y él no haya mentiras ni engaños. Ni trampas ni traición.

El que te quiere bien: apoya,  impulsa,  incentiva y anima, aunque deba hacer un esfuerzo tremendo para apartarse y hacerse a un lado con el fin que no desvíes tu atención.

El que te quiere bien: te ama hasta lo infinito aún cuando está enfadado. No construye murallas a tu alrededor. No aísla ni maniata ni exhibe como un trofeo. Te deja ser tú misma/o sin rodeos ni atajos. Sin sellos ni condición.

El que te quiere bien: está siempre ahí aunque no le llames dispuesto a ayudar, tomar tu mano. Mostrar el camino. Mitigar tu dolor.

El que te quiere bien: no pregunta si le necesitas, te da un beso y  abraza  a la distancia sin plantearse si devolverás el favor.

El que te quiere bien: deja que desahogues tu rabia, espera a que recuperes la calma y razones. No está a tu lado para emparchar soledades y fracasos mútuos o regodearse en el dolor.

El que te quiere bien, hace que cada mañana, cada minuto y cada día sea mágico e irrepetible. Ilusionante. Esperanzador.

 La vida es una rara combinación de  destellos, chispazos y flashes. Pequeñísimos instantes y recovecos por donde se cuelan la  rutina, la risa tonta y el llanto. El desgarro. El fracaso. La confianza. La ilusión.

Quítate la venda de los ojos. Respira hondo hasta que el cuerpo  duela. Observa a tu alrededor.

Descubrirás mucha más gente de la que pensabas  dispuesta a traspasar la coraza con la que te protegiste hasta ahora y llegar queriéndote bien, hasta el mismísimo umbral de tu corazón.






lunes, 17 de diciembre de 2012

A LO MEJOR...




Viernes 14 de diciembre. Seis de la tarde.
 La mujer de treinta y pocos años,  rabiosamente guapa, vestida con ropa elegante (que ha visto  mejores tiempos), lleva de la mano al niño  que con ojos asombrados se para frente a los escaparates  del centro comercial.

Sus cinco o seis años no saben del “prohibido tocar” que cuelga de una de las paredes. Pasa los dedos por el cristal. Se detiene,  señala y gesticula. Sonríe expectante mientras ella esquiva su mirada, hasta que finalmente poniéndose en cuclillas le habla despacio, y con visible amargura  gira la cabeza hacia un lado y hacia otro, diciendo “no”.

Y no hay pataleos ni berrinches. Ni llantos ni rencores, ni escenas en público. Solo un silencio hondo y profundo que les separa como un muro, mientras se dirigen a la caja donde espero mi turno.

Nos cruzamos con torpeza. Hay tanto dolor y humillación al comprobar que he sido espectadora involuntaria, que a modo de disculpa repite: “A mí no me enseñaron como manejar esto…Le hemos ocultado lo que está pasando pero… ya no sé como disimular que hemos tocado fondo,  no hay salida posible, ni una sola luz de esperanza…Estoy al borde de la desesperación”.

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Tres días después, sentada frente al teclado del ordenador pienso que a lo mejor ha llegado  el momento de empezar a cambiar.

A lo mejor, educamos a nuestros hijos en el “le doy todo lo que me pida” sin sopesar  lo poco que en otros aspectos les estábamos dando. Repetíamos gestos mecánicos, sonrisas forzadas  mostrando desinteresado interés cuando nos hablaban, nos contaban su día a día, nos martillaban con  preguntas rematando  sus historias.

A lo mejor, minimizamos valores esenciales y profundos como la palabra. El abrazo. Un “te quiero” dicho a tiempo. La caricia sin motivo. Besos gigantescos y espontáneos. La dulzura. El amor.

A lo mejor, hemos maquillado la realidad para evitarles sufrimiento y desgarro,  sin contemplar que las experiencias son intransferibles y quieran o no, en algún momento de su vida la burbuja con la que les hemos protegido se desvanece en el aire como pompas de jabón.

Los niños son mucho más inteligentes y astutos de lo que sospechamos. Oyen, y callan. Tejen historias que tal vez nada tienen que ver con la realidad. Especulan. Fingen. Actúan según el público que les está observando y asiste a la función.

A lo mejor es el momento de sincerarnos totalmente,  ir con la verdad por delante sin dramatismos ni exageración, explicando que las cosas han cambiado y es muy complicado vivir este presente,  pero tarde o temprano todo volverá no a ser como antes sino mucho mejor.

Que esa familia que conforman es una piña que se crece ante las adversidades, y que nada ni nadie pueden destruir esa unión.

Que están juntos, sanos y dispuestos a luchar hasta donde sea necesario porque si algo les sobra es valor.

Se me ocurre que a lo mejor…éste sea un buen momento para  empezar a cambiar ¿no?...

Hasta la próxima.

lunes, 10 de diciembre de 2012

EL MALENTENDIDO


No voy a hablar de batallas perdidas ni victorias ganadas.
No voy a hablar de desilusiones ni de sueños que no se cumplen.
Ni de traiciones impensables. Ni estafa moral. Ni de frustración.

Voy a compartir con vosotros algo que me envió un buen amigo;  una historia chiquitita, una fábula que de pronto conocéis y si no es así, seguramente os hará pensar, reflexionar y entender las misteriosas paradojas de la vida.
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(La transcribo textualmente como me llegó)

Había una vez un grupo de ranas que viajaban por el bosque despreocupadas, hasta que dos de ellas cayeron en un profundo pozo ante el estupor de las demás.

Asustadas y sobrecogidas por el temor, se reunieron alrededor del hoyo. Calculando la distancia que las separaba y gritando les explicaron que era imposible rescatarlas, que resultarían inútiles los esfuerzos y se dejaran morir. Pero las dos ranas no hicieron caso a lo que repetían sus amigas y con todas sus fuerzas brincaban   para alcanzar la boca del pozo y salir a la superficie

Finalmente una de ellas escuchó atentamente lo que decían  y dejándose llevar por el cansancio,  desplomándose agotada,  murió.

Su compañera continuó saltando tan fuerte como le era posible, aunque la multitud de ranas le gritaba y  hacía señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a rendirse ya que no tenía caso seguir luchando.

Pero ésta saltó, saltó y saltó cada vez con más fuerza hasta que finalmente logró salir del pozo, Cuando las otras  le dijeron:"nos da gusto que hayas consiguieras salir, a pesar de lo que te gritábamos”, mirándolas incrédulas,  les explicó que era sorda, y  pensó que las demás la estaban animando a empeñarse a salir del hoyo. Por eso se esforzó”.
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La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra dicha a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y sacarlo de un pozo, o a darse por vencido, rendirse. Abandonar.

Cualquiera puede decir a los demás palabras  que roben el espíritu que les impulsa a seguir adelante. En tiempos difíciles como los que vivimos, tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo, prestemos atención a los que escuchamos. Dejémonos guiar por el corazón.
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Nunca retrocedas ante un: “No puedes. No eres capaz. Estás acabado”. Aunque creas que es inútil esforzarte  INTÉNTALO.

Hasta la próxima…

lunes, 3 de diciembre de 2012

LO QUE DE VERDAD IMPORTA





Nada tiene que ver con tu edad, tu status social, tu condición. No importa quien has sido ayer ni tampoco quien eres,  la mayoría  fuimos enseñados con disciplinas diferentes que coinciden en una idéntica lección:
“Llorar no sirve de nada”.  “Esto no te incumbe”. “Debes controlar tus impulsos”. “Comienza por frenar la emoción”. “No mires allí que te hace daño”. “A ti no debe importarte”. “ No es tu lucha”. “No te metas”. “Por algo será”.  “No le prestes atención”.

Egoístamente  estos conceptos los hemos adoptado sin rechistar repitiendo como una letanía para convencernos que:
 “Hay un mundo allá afuera que sufre, pero sumergirme en él, averiguar los motivos, tender una mano, participar, no es de mi incumbencia. Duele. Hace daño. Lastima. No me han educado para esto.” “No tengo intención de pararme a pensar”. “Mejor me voy”.

No hemos tenido en cuenta que la vida es  una enorme caja que encierra un misterioso regalo, de nosotros depende  romper el envoltorio y adivinar como se usa el mágico cacharro que nos han entregado  sin manuales de instrucción.

De nosotros depende- repito- averiguar cómo, cuando y en que momento ponerlo en marcha. Procurar que descanse. Activarlo nuevamente. Cambiar piezas y engranajes. Modificarlo, Reformarlo y darle vueltas hasta encontrar donde está el fallo y cual es la solución.

Siempre hay tiempo para reflexionar, mirar  atrás. Evaluar. Pensar en quienes nos hemos convertido. Cambiar de cabo a rabo y girar el rumbo siendo los primeros sorprendidos por esta evolución.

Vivimos una tremenda crisis, es cierto. Pero intentemos  que no cercene nuestras posibilidades de crecer ni nos anule como seres humanos arrasando los sentimientos verdaderos  ¡que siguen estando allí!, a punto tal que anule la emoción.

 Si hay algo de positivo en éste tsunami que nos ha dado en las narices,  es que finalmente hemos comenzado a reconocernos como personas, a crecer como tales y a comprobar que no estamos solos …hay muchos en nuestra misma situación…

¡Deja entrar en tu vida a los que intentan ayudarte sin pedir nada a cambio!. Logra que te entiendan y entiéndeles. No gires la cara ni escondas las manos. Reflexiona codo a codo con ellos. Habla y comprende el desahogo ajeno. ¿Sólo no puedes con esto?. No te cierres ante nadie. Derriba tus temores. Escúchalos...

Hasta la próxima…