CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

martes, 26 de marzo de 2013

LA FOTO COLOR SEPIA





Estaba en el fondo de un cajón y aunque las casualidades no existen, pongamos que la encontré de  casualidad.
Suelo guardar allí pequeños recuerdos, retazos de mi vida. Cartas ajadas por el tiempo. Trozos de poemas que garabateé en mi adolescencia. Frases. Pensamientos. Tickets de viajes que seguramente me han marcado en su momento y ya no recuerdo  donde me llevaron. Intenciones que prometí convertir en propósitos y nunca pude lograr.

Desde la foto color sepia sonríe mi abuela.
La cabeza cubierta con un pañuelo negro. Los ojos pícaros y sabios. El mandil recogido en la cintura y un vestido a florecitas que no alcanzo a reconocer bien.
Lleva en la mano una tijera enorme y al fondo se distinguen los rosales con los que tanto le gustaba hablar.

La abu María , no tuvo nunca  oportunidad de estudiar. Ni siquiera fue al instituto y mucho menos a la universidad.
Crió nueve hijos y a algunos les vio morir como a mi abuelo Juan.

Sin embargo fue el ser más inteligente y sabio con el que me he topado hasta hoy. Puro nervio, carácter y valentía ante las dificultades jamás se acobardó ante nadie…seguramente ella fue quien me enseñó a pelear aún cuando todo me aconsejara tocar a retirada. Abandonar.

Fue terca como una mula. Astuta como un lince. Suave como un peluche y a la vez dura como el metal.
Experta en abrazos. “Enjugadora”  de lágrimas. Tejedora de ilusiones. Cómica frustrada sin espectadores utilizaba la ironía para hacerte pensar.

Prefería escuchar, antes de dar su opinión y cuando  lo hacía era con tal contundencia que lograba hacer bajar la mirada a los más poderosos, impresionados por esa mujer menuda y pequeñita que “no había aprendido a callar”.

Un  hacha a la hora de manejar la economía., sumaba y restaba mentalmente a la velocidad del rayo.
No creía en falsas promesas ni se dejaba timar.

Jamás piso un banco porque: “en tren de desconfiar, desconfío de ellos que solo quieren jorobar a los más pobres, quitarles su dinero, forrarse, desaparecer y dejarte con tres cuartos de narices”. “El dinero en casa y bien escondido”, agregaba, “seguro que aquí nadie lo va a encontrar”.

Eso traía infinidad de problemas ya que en muchas ocasiones no recordaba donde lo había puesto “¿en la bolsa del pan?, “fíjate en el bote de las galletas!” o “en la despensa”…
Finalmente en sus paseos de madrugada cuando no podía conciliar el sueño, aparecían los dichosos billetes que había disimulado detrás de la nevera y costaba un triunfo arrancar de las paredes sin destrozarlos.

Su casa era de puertas abiertas. ¡Si le habremos repetido que echara llave, pero ni modo…!, siempre nos daba la misma excusa: “cuando me dé algo, algún vecino vendrá a ayudarme y no va a tener problemas para entrar”.

Mi abuela supo lo que era tocar fondo, y ella misma solía decir “para vivir en paz contigo mismo, primero hay que haber probado el sabor de las lágrimas, sufrir en carne propia el daño, superarlo como puedas. Pero jamás dejar de  completar el círculo de tus sueños. Jamás”

Abu fue testigo de los “amores prohibidos” de todos sus nietos que en ella encontramos cariño, colaboración. Secretos a buen resguardo. Reprimendas y consejos. Complicidad.

Gracias a ella entendimos que un apretón de manos y la palabra, valían más que un papel donde estampabas tu firma.
A su lado asumimos el enorme compromiso que encierra la amistad.
Que: “había que guardar por si pasaba algo” (aunque  ese “algo” nunca fuese a pasar)

Que había que desconfiar de quienes no te miraban a los ojos o balbuceaban al “largar su discurso”.
Que no era cierto que “tanto tienes tanto vales”, el verdadero valor de una persona estaba en su interior y lo importante era “atreverse a mirar”.

¿Si fue feliz?
Varias veces le hice esa pregunta.
Su respuesta no variaba:
Siempre estás en busca de la felicidad. Hasta que se te escurre la vida entre los dedos, no te das cuenta   que la tenías delante tuyo y no la supiste aprovechar”…











martes, 19 de marzo de 2013

EL SONIDO DEL SILENCIO...




Resulta muy difícil llamar a la  esperanza cuando  se la ha perdido.
Alimentar ilusiones cuando no las hay. Fortalecer nuestra propia confianza, cuando vivimos en la inestabilidad.

Resulta agotador levantarse por las mañanas repitiendo que hoy sí es buen día para  soñar y tremendo comprobar que  la realidad es muy diferente a la que siempre imaginamos.

Pero aún así, sin encontrarle explicación,  nos rebelamos sintiendo que nada es para siempre, con cierta vergüenza por vivir el día a día como si todo fuera a superarse sin más ni más. 

Y nos seguimos repitiendo que la decepción jamás podrá contra la fantasía, siempre que haya metas y propósitos.
Que estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, no  podemos ni debemos traicionarnos.

Que nada ni nadie impedirá que sigamos siendo fieles a  principios e ideales y si los hemos perdido ¡a buscarlos!, ya que siempre los vamos a encontrar.

El hombre se ha moldeado en un cristal tan frágil, que con un leve soplido se puede destrozar. 
Quizás por eso está en nosotros recubrirlo a golpe de martillo, yunque y hierro
e  intentarlo una vez y otra, una tercera…y otra más...

Si te duele  el alma, pues ...vale...   ¡grita!
Si te ahogan las lágrimas ¡déjalas escapar!
Si estás agotado, descansa, piensa, reflexiona.
No pretendas "meter prisa" a los acontecimientos.
Aprende a esperar.
Apunta tus errores y los pequeños triunfos.
Toma impulso ¡pero jamás se te ocurra abandonar!

Si estás confundido, oye el sonido del silencio. 
Entonces,  comprenderás que no buscas utopías ni estás loco. Que  tu vida es tuya  y es tuya también tu realidad
Su "palabra muda",  nunca  engaña.
Habla como jamás nadie lo haría
Despierta conciencias dormidas.
Habla con la verdad…



lunes, 11 de marzo de 2013

PEQUEÑAS BATALLAS...





Nadie nos ha preparado para las contiendas.
Ni para las grandes confrontaciones.
Tampoco para las pequeñas batallas con las que a diario nos debemos enfrentar.

Es verdad…Estamos hartos y cansados.
Amargados y con miedo.
¿Miedo a qué?
Nadie lo sabe.
Pero miedo hay…

¡Si al menos  nos hubiesen explicado que los combates se ganan con constancia y voluntad!
Que el miedo no  ofrece nada a cambio.
Que arrebata el atrevimiento.
Quiebra la esperanza.
Oscurece la verdad.

A punto de tirar la toalla y decir ¡Basta!, rebuscamos ilusiones allí donde no las hay, desconociendo que “si alguien no puede cambiar el mundo, debería primero intentar cambiarse a sí mismo para luego volver a intentarlo”.

Intentarlo una y otra vez.
¡Y si es preciso, otra vez más!
……………………………………………………………………
Aunque te llamen loco.
Desbordado.
Ingenuo.
Iluso.
No prestes atención a lo que digan.
Encuentra tu tiempo y referencia.
Tu lugar en el mundo
Tu camino y realidad

Nada es sencillo.
No desmayes.

Tal vez  es un buen momento para recordar parte del poema de un hombre sabio, que no solía errar:

“No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar la cima. Comenzar de nuevo.
Aceptar tus sombras.
Enterrar tus miedos.
Liberar el lastre
Retomar el vuelo.

“No te rindas, que la vida es eso.
Continuar el viaje
Perseguir tus sueños
Destrabar el tiempo
Correr los escombros
Destapar el cielo”

“No te rindas. ¡Por favor, no cedas!
Aunque el frío queme
Aunque el sol se esconda
Y se calle el tiempo
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños…”

(Fragmento de “No te rindas”. Mario Benedetti. Poeta uruguayo. 1920/2009)

lunes, 4 de marzo de 2013

IMÁGENES PRESTADAS...





 Cuando tenía tan pocos años que jugaba a ser otra, comencé a sospechar que había más peques dentro mío.
Esas que solo yo sería capaz de reconocer.
De encontrarles identidad.

Con el paso de los años me dejé tironear por sus caprichos.
Viví  historias ajenas como propias.
Fui sociable y solitaria.
Alegre y depresiva.
Condescendiente y transgresora.
Bondadosa y cruel.
Amorosa y brutal.

Hasta que un día comprendí que ya era el tiempo, la hora y el momento de despedir   imágenes prestadas que suplantaban mi identidad.
Delinear la propia.
Derribar prejuicios.
Cerrar puertas,
Poner candados.
Clausurar ventanas para impedirles volver a entrar.

Me encontré vacía y desolada sin la compañía “de las otras”.
Mil veces supe que me había equivocado y otras mil lo volví a intentar.

Exigí respuestas a cambio de silencios.
Mostré a los demás quien era  y no quien "querían que fuese" los demás. 
Comprobé que  el destino está escrito, pero depende nosotros intentarlo cambiar.

Aprendí que solo el que pretende ir más lejos consigue llegar.

Que no hay nadie en el mundo dueño de la verdad absoluta y cada uno tiene su verdad.

Que no hay que “darse por vencido ni aún vencido”, ni pulverizar esperanzas antes de empezar.

Que los sueños son nuestros. Sagrados.Intocables.
A  nadie hay que dar cuenta de ellos.
Ni esperar aprobación para alcanzarlos.
Ni   pedir permiso para poder soñar…