CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

sábado, 27 de abril de 2013

HOY NO TENGO GANAS ...


¿Nunca te ha pasado…?
…………………………………………………………………………………………………
Hoy no tengo ganas de hablar ni que me escuchen.
No se me antoja  entrelazar aparejos de ilusiones.
Hoy no tengo ganas de sentirme tironeado, vapuleado, traicionado. 
Será  por eso que te pido ni te acerques ni me toques.
Hoy no quiero hacer quinielas de futuro. Ni planes de mañanas ni de soles.
La lluvia cae despacito y me desangro.
La incertidumbre y el pánico  son roles. 
Lloro lo que tengo que llorar. Me enfurezco y pregunto dónde voy sin hallar respuesta a pretensiones.
Pero miro el pasado: en vano no he vivido,  me he esforzado por defender a "puñetazos" proyectos transgresores.
Ideas alocadas. Trocitos de quimeras. Historias inconclusas. Realidades y hechos. Sinsabores.
Amé, amo y me han amado.
Conocí la risa falsa y la traición, también el doble rostro camuflado sin penas ni rubores.
No me arrepiento de haber dado sin pedir.
De agradecer el abrazo envolvente espontáneo e impetuoso.
Del guiño y las penas compartidas.
De reír a carcajadas cuando menos se lo esperan.
De mantener intactas convicciones.
¿Qué hoy no tengo ganas?...
¡Pues no es cierto!
Ante la adversidad me crezco ¡y mucho!
Escondo mi pañuelo en el bolsillo. Remango mi camisa. Miro al frente. Escudriño y oteo el horizonte.
A pesar de la experiencia y los dolores vuelvo a tropezar con otra  piedra.
Trastabillo y me caigo y me incorporo.
Ahuyento el rencor a navajazos.
Me sumerjo en la espuma del “no odio”.
Si llegué aquí seguro que es por algo.
Y mientras “ese algo” llega, me encontrará despierto, atento, sigiloso.
La vida me sorprende y sobresalta.
Pero debo cogerla con cuidado moldeándola a mi antojo.
Quizás por eso y ahora más que nunca ni lucho contra ella ni me opongo.
Sencillamente VIVO, que ya es decir mucho, y en esa apuesta sí voy a por todas y a por todo.

viernes, 19 de abril de 2013

EL FOLIO EN BLANCO





Desde mi adolescencia crecí de cara a hojas desprovistas de todo contenido, sin letras ni  palabras, párrafos o frases. Algo que  los periodistas solemos llamar:   “el síndrome del folio en blanco”.
Un folio que poco a poco se fue poblando de inquietudes, borrones y tachaduras. Historias para no contar que fueron contadas con rabia contenida y pasión por la verdad.
Decepciones y recelos. Certezas y desaciertos. Miedo y furia. Traiciones y amiguismos. Enamoramientos superfluos. Amor profundo y lealtad.
La vida es justamente un folio en blanco y solo depende de nosotros entender lo que hay que volcar en ese espacio inconmensurable que pretende engullirnos. Deletrear poco a poco, pergeñar el contenido, darle forma y consistencia, hacerlo entendible no solo para nosotros sino también para los demás, produce un miedo que paraliza ya que desconocemos la forma de empezar.
Si le alcanzas un folio en blanco a un adulto, te mirará intrigado antes de preguntar “¿qué hago con esto?”.
 Prueba dárselo a un niño…y te sorprenderás…
Te lo arrebatará de las manos. Hará un bollo con él. Lo encestará divertido en la silla más próxima. Levantará los brazos sintiéndose el jugador más envidiado del universo saludando a su público.
Te pedirá más hojas en blanco para garabatear figuras psicodélicas que ni él conoce, dará alas a su imaginación, no respetará fronteras ni códigos. SOÑARÁ con mayúsculas…Soñará…
Y cuando esté agotado de dar pinceladas, brochas y trazos a sus deseos, cuando solo quede un folio en blanco, es probable que te lo entregue, lo coloque frente a tus ojos y con la inocencia propia de sus años desprovisto de vergüenzas y temores a hacer el ridículo, a reinventarse o fracasar te rete con un: “ahora tú”.
Invariablemente la solución  a nuestros problemas está frente a nuestros ojos y no alcanzamos a verlas.
Seguramente el “ahora tú”,  será la llave para encontrar muchas respuestas.
Empezar a reconocer quien fuiste. Quien eres. Que fallos has cometido.  Qué atajos debes tomar para salir del laberinto en el que te has perdido. Hasta donde te atreves a llegar. Hacia dónde vas…





viernes, 12 de abril de 2013

LA VIDA DE LOS DEMÁS



Hace apenas unos días a los noventa y seis años, fallecía  José Luis Sampedro, filósofo, intelectual, humanista y escritor, que ha dejado legados inolvidables.
Pero sobre todo  palabras, consejos y enseñanzas que nadie  debería pasar por alto ni desdeñar:
Se habla mucho del derecho a la vida, pero hay algo más...¡tenemos el deber de vivirla!...”, (repetía)
Desde que “no sabíamos ni sonarnos la nariz” nos hemos visto empujados  a mirarnos en otros espejos copiando esquemas, imitando proezas ajenas o cayendo en falsas copias para vivir  “la vida de los demás”.
Está comprobado que dos hermanos criados de la misma forma y con las mismas pautas de libertad, solidaridad, amor y comprensión, difieren totalmente el uno del otro.
También que cada ser humano es un ser individual. Único. Irrepetible. Tiene su propio talón de Aquiles, su manera de cometer errores. Su capacidad para admitirlos o negarlos. Su propia vergüenza. Su dignidad.
Con el paso de los años – después de haber escuchado hasta el infinito: “toma ejemplo de…”, “si me hubieses prestado atención…”, “ya te lo advertí…”, “¿por qué no haces lo mismo que…”- algunos  (afortunadamente) descubren que las experiencias son intransferibles salvo para comparar lastimosamente. Herir. Perjudicar.
Aprenden que una misma partitura tiene diferentes lecturas. Hay mil formas  de templar los acordes, personalizarlos, poner la impronta y sello para dulcificarlos o potenciarlos con mayor suavidad o estridencia, pero nunca igual…
Que los moratones en el cuerpo y  el alma son inevitables y son justamente ellos, los que te llevan a “intentar” no volver a cometer los mismos errores tomándote tu tiempo para reflexionar cada paso. Medir cada palabra. Sopesar las dos caras de la moneda antes de actuar.
En esta lucha interna y silenciosa donde te enfrentas a la encrucijada de decidir qué camino tomar, que es lo más prudente, beneficioso y conveniente para ti mismo,  sí que estás solo. Nadie te puede ni debe ayudar.
Eres el dueño de tu tiempo, tu espacio y tu futuro. El amo y señor de la realidad por la que transitas y del “mañana” por el que deberás andar.
Haz el camino ligero de equipaje. Aparca las dudas. Frena el miedo.
Estoy segura que otra reflexión de José Luis Sampedro te servirá:
“El miedo inmoviliza, hace que no se reaccione, no se siga adelante. Lucha contra él. Es mucho más fuerte que el altruismo, el amor o la bondad. No le dejes entrar”

Hasta la próxima…



miércoles, 3 de abril de 2013

LAS TRAMPAS




Cuenta una leyenda que dos bebés – gemelos- esperaban acurrucados y ansiosos en el vientre de su madre,  el día de nacer. Entre ellos había una enorme diferencia.
Mientras uno resoplaba, daba golpes contra las paredes, no dejaba de refunfuñar y maldecir por el “encierro obligatorio”, el otro esperaba a que pasaran las horas escuchando los ruidos del exterior con atención,  la música que llegaba desde lejos y  bebiendo a tragos pequeños lo que suponía era la felicidad.
En algo se parecían: ambos tenían miedo.

El que  incordió durante  nueve meses, fue el primero en salir al mundo y como el parto no era sencillo se vio obligado a volver a entrar.
Fue entonces que le dijo a su gemelo: “¡Quédate aquí, no te muevas, fuera hay un montón de gente con prisas chillando, dando órdenes, vociferando, y personas que te quieren matar!”.

Cuando desapareció, el pequeñín se hizo un ovillo y después de gimotear un momento pensó: “Tengo que enfrentarme a lo que sea y si no sé cómo hacerlo, alguien me enseñará. Habrá mucho tiempo para aprender y si me equivoco, mucho tiempo más para rectificar. No voy a dejarme engañar por la trampa que me ha tendido mi hermano ni por sus mentiras. No voy a quedarme aquí solo. Voy a salir e intentar hacerlo bien…”

Es cierto que nada es lo que parece. Y también que la vida tiende millones de trampas que hay que aprender a sortear.

Duele reconocer que en ocasiones el amor no es generosidad, sino egoísmo del que creías  “te quería bien”.
Que maneja el silencio como castigo.
Que intenta hacerte sentir culpable para obviar su propia culpabilidad.

Duele comprobar que aunque seas inteligente y eficaz  en  tu trabajo los amiguismos pueden más.
Duele constatar que el éxito y el fracaso son tan frágiles y endebles, que con solo pestañear cambian de posición sin que te des cuenta y también de lugar.

Duele vivir curando heridas del cuerpo y el alma, pero hay que aceptarlo ya que en eso reside la historia  desde el principio de la humanidad.

Leo la frase de un  conocido psicodramatista y escritor (Jorge Bucay): Nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer”.

Yo agrego: no pretendas madurar con el paso del tiempo.
Sencillamente VIVE.
Saborea los pequeños momentos o destellos de plenitud.
Intenta superar la desazón y debilidad.
CRECE hacia afuera y hacia adentro.
Recuerda que: No se madura. Se envejece…” cuando lo hayamos entendido puede ser muy tarde y ya no habrá vuelta atrás.