Septiembre trae el
agobio del regreso. De los días más cortos. De la falta de luz y la perezosa
despedida del sol.
Trae también recuerdos
de un verano que en Europa comienza a constiparse y tener tos.
De cicatrices en los pies
de tanto andar libre y descalzo. De
ecos de un riacho saltando entre las piedras. Del golpe milimetrado de las olas
sobre las rocas. Del mar besando la orilla. De arena a la que se le antojó
quedarse prendida a la toalla y allí se quedó.
Y trae olor a tierra mojada.
A margaritas que ya no
dan más de sí y duermen exhaustas en los tiestos, esperando despertar en la
próxima ocasión.
Septiembre es cálido y
duro a la vez, porque nos recuerda no solo lo que fuimos hace nada y lo que somos hoy.
Septiembre levanta
sobresaltos y mariposas que aletean en el estómago.
Facturas imposibles de
pagar que se amontonan en el buzón.
Y miedo a enfrentarse a la rutina o a la falta de ella.
A no saber hacia dónde
dirigir los pasos, mientras se activa – otra vez- el temor.
Temor a estrenar cuadernos
flamantes con menos folios que antes.
A libros de texto prestados.
A prisas por dividirte en mil personas diferentes. A querer estar en todos los sitios
enjugando llantos ajenos y escondiendo el tuyo en un bolsillo interior.
Septiembre deja como al
pasar, hojas en blanco para pintar de colores tu esperanza.
Y proyectos que tal vez
nunca sean realidades, pero al fin…proyectos son…
E incertidumbre y
planes. Sueños a los que tienes derecho a disponer cuando te plazca sin tabúes.
Sin barreras. Sin un “no”.
Haz un bosquejo de tu
futuro y tus próximos pasos, aunque tengas que romper al instante ese pedazo de
ilusión.
Si te equivocas ¡no
importa nada!.
Vuelve a intentarlo, una vez y otra, y la
siguiente hasta hallar el modo y la mejor forma. La mejor.
Convéncete que es
normal tropezar, caerse, levantarse.
Que si tus días han
sido malos los próximos serán mejor.
No tengas miedo al riesgo o la aventura.
No desafíes el abismo
sin paracaídas, pero no descartes asomarte
de puntillas gritando bien fuerte para comprobar “hasta dónde llega el eco
de tu voz”.
Coge un papel
cualquiera y con trazos pequeños al principio, más enérgicos cuando cojas
confianza, colorea alternativas, señala senderos, trampas y atajos haciendo
caso a tu intuición.
Palpita y teme. Goza y
disfruta.
Cabréate si es
necesario hasta con tu sombra.
Rechaza y acepta.
Estate atento y
escudriña.
Aprovecha la ocasión.
Sólo está preparado
para el éxito quien ha sufrido el fracaso.
Te lo repito:
rellena septiembre y su hoja en blanco
que también te pertenece.
Hazte a ti mismo ese
favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario