(No soy la
única. Sigo convencida que hay miles, millones de mujeres y hombres que sienten
como yo)
Estoy en esa edad en la que ya no soy jóven,
tampoco me asomo al umbral de la tercera edad ni soy demasiado mayor.
Estoy en esa edad, en la que he aprendido que la
amistad es un tesoro y mejor guardar
silencio para entreabrir la puerta de la
comunicación.
Ya no hago más preguntas y dejo que el tiempo se ocupe
de poner cada pieza en su lugar: de calmar a quien lo necesite, de ayudarle a reflexionar, elaborando un balance minucioso en
contra mío o a favor.
Estoy en esa edad, en la que compruebo como los amigos
– no los que han dicho definitivamente adiós- se marchan porque les viene en
gana y regresan sin siquiera disculparse ni justificar su incomprensible
desaparición.
Quizás por eso la experiencia me ha enseñado que observar
desde lejos, mantener distancias, no
aconsejar ni opinar es cien mil veces mejor.
Y sin embargo me duele el juego constante, repetido y
cansino del: “Puedes pasar. Levanto
barreras. No me des la espalda. Ahora quien
te necesita soy yo”.
Estoy en esa edad, en la que el paso de los años me ha
enseñado a diferenciar con quien quiero
estar y con quien no.
Sigo dando todo sin esperar nada a cambio, pero
señalando calladamente que no soy la
misma y la confianza se esfumó…
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Estoy en esa edad, en la que ya no me importa fracasar
si lo hice convencida al intentarlo.
No me importa caer cien veces y otras cien levantarme.
Luchar hasta conseguir lo que me he propuesto con la
certeza que ahí debo llegar y llegaré por más que algunos lo tilden de
obsesión.
Estoy en esa edad, en la que miro atrás, compruebo
que me he bebido la vida despacio disfrutando a rabiar de su sabor y el espejo me sorprende mostrando lo que ven callando lo que soy.
Sé que he sido descaradamente feliz con huecos y altibajos.
Que me he reído a carcajadas y aún lo hago.
Que cuando amo le pongo palabras al amor.
Que cuando me indigno soy tan tremenda como a los
veinte, con la pasión intacta y el mismo ardor.
Estoy en esa edad, en la que si el futuro es un reto,
busco armaduras donde sea para enfrentarlo sin dejarme fulminar por el terror.
Soy una más entre tantas mujeres y hombres que pelean
y luchan.
Construyen y alientan.
Señalan o aplauden sin sentirse santas ni beatas.
Ni iluminadas ni genios.
Ni Juanas de
Arco, ni Cid Campeador
Estoy convencida, que somos muchos y no una
excepción…
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