Tenía veintidós años la primera vez que metí mis cosas en una maleta y
dije adiós a la casa familiar.
Digo bien, metí mis cosas en una maleta…Ni siquiera las acomodé
cuidadosamente haciendo huecos y espacios, como si los recuerdos del pasado aguardaran
pacientes mi regreso entre esas paredes.
En el viejo apartamento quedaban
cuadernos y notas. Fotos y retratos. Jeans cortados a la altura de la rodilla
que en una tarde de rebeldía destrocé.
Jerseys viejos y apelmazados. Versos sin rima. Enormes trozos de
infancia y adolescencia que me negué a hacer añicos. Parte de una juventud que
recién empezaba a asomar tímidamente la nariz a la vida y sin embargo amé, me
hizo llorar, pero también me abrazó.
Un año después regresé con un matrimonio fracasado a mis espaldas, la
ilusión hecha añicos y una tremenda sensación de haber fallado en todo.
Hubo miradas reprobatorias. Cuchicheos en voz baja. Comentarios y
reproches. Pero “ellos”, mis antiguos compañeros de vigilas y sueños, de
proclamas y esperanzas por un mundo sin rencillas y un futuro mejor ni siquiera se inmutaron. No protestaron.
Estoy convencida que se alegraron al verme aunque ni por un segundo levantaron la voz.
Años más tarde otra nueva partida me sorprendió, esta vez más
consciente, madura, meditada que llegó calladamente de manos del amor.
Me negué a usar el olvido como excusa, no abandoné ningún objeto que
hubiera significado algo en todo ese
tiempo me prometí que jamás las arrancaría de mi corazón.
Es cierto que en las mudanzas se pierden cosas – las que uno no
atesora, cuida, protege o no tienen ningún valor-.
¡Pero se recuperan y descubren otras tantas que habíamos olvidado y estaban allí quietecitas para no molestar esperando
ser rescatadas!
Hoy sería incapaz de deshacerme de ellas y aunque no sepa en que
rinconcito las he escondido allí están. Silenciosas y calladitas. Mudas y
serias. Compinches y mágicas, restregándose los ojos cuando a través de una
hendija se cuela la luz y se saben descubiertas.
Forman parte de mi pasado. No piden explicaciones. Testigos
silenciosos, mudos y serios de lo que fui no piden explicaciones. Me acompañan
sin condicionamientos. No preguntan ni amonestan. Son parte de mi pasado.
También de mi presente. De mi día a día…del ayer y del hoy…
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