Hace muchísimo tiempo que lo entendí y cada minuto que
pasa vuelvo a constatar lo necesario e
imprescindible que es el abrazo del alma.
Hay decenas, cientos, miles de formas de abrazar. A lo
lejos. En la corta distancia. Con fuerza
y apretujando hasta que crujan los huesos. Tibiamente o con pasión.
Sé que lo importante es que el destinatario sepa
que estás a su lado, aún sin intuirlo.
Pendiente de hasta el mínimo de sus gestos, su
rabia, depresión.
Su soledad y tristeza.
Su dolor.
Mi amigo ha perdido en estos días a su compañero más
querido. Nuestro hermano “de vida y no de sangre”. El mismo que yo.
El correo que me envía – y que comento segura de no traspasar las fronteras
invisibles de la intimidad- en parte lo transcribo para explicar la fuerza que
conlleva una palabra, un gesto. Una sola frase dicha con tal sinceridad que llega a sacudirte de emoción.
Habla de quien ya no está como si se hubiese marchado
de viaje: “Hay momentos en los que me sorprendo dándome prisa para volver a
casa seguro que llamará para decir cuando llega, que debo preparar… preguntar
como estoy. Y cuando abro la puerta, el apartamento está oscuro y silencioso,
el teléfono no suena, en ese mismo instante vuelvo a la realidad y entiendo que
se ha ido definitivamente y tomo conciencia de
lo qué pasó”.
“También tengo días fatales. Fatales”, le confieso.
"A los sitios donde habitualmente voy, me preguntan si
he pillado un resfriado. Contesto que lloro por un amigo que ya no está, lo
recuerdo a veces riendo a carcajadas y muchas con infinito dolor".
"No voy a aconsejar que cierres la casa y des un
portazo.
Que hagas como si jamás hubiera existido.
No.
Creo que
después de desesperarse, después de buscar explicaciones, de pedir
respuestas que nadie da, las heridas se cicatrizan, se asumen las pérdidas, te
das permiso para dejarle ir y decirle adiós.
Pero solo una vez que hayas llegado al fondo y te
sientas extenuado, es cuando comenzarás
a subir poquito a poco, peldaño a peldaño, sin saber que encontrarás mientras
vas trepando con la tremenda convicción
que algo hay…y mereces verlo…"
"En definitiva la vida es una escalera.
A veces se está arriba.
A veces tropiezas y te caes.
A veces saltas con un ímpetu increíble de dos en dos
para llegar el primero, y cuando finalmente llegas te das cuenta que no hay
nadie esperando".
"Pero lo que tiene de bueno es que está ahí, atenta a
nuestra reacción.
De nosotros depende intentar subir sea como sea, o
quedarnos en el fondo, de brazos cruzados, sin tomar la más mínima determinación
(…)”
Su respuesta no se hizo esperar. Llegó un segundo
antes de apagar el ordenador:
“Tus palabras son el beso en la frente, el abrazo
apretado que necesitaba antes de dormirme”
Quizás nunca sepa quien era en realidad la que estaba
pidiendo a gritos ése “abrazo del alma”.
Esa frase
pequeñita obró el milagro.
Todos necesitamos
alguien en quien apoyarnos.
No somos islas.
Nadie está tan solo como cree.
Ni tú. Ni él. Ni yo…
Hasta la próxima.
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