CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

martes, 21 de mayo de 2013

TRANSGRESORAS




Mis pies no tocaban el suelo. El cuello almidonado del delantal  me rozaba la piel y hacía daño, provocando picor. Sin embargo no me movía repitiendo mentalmente que en algún momento todo sería un mal recuerdo y me sentiría mejor.

Tenía cuatro años y la mirada fija en la pizarra, aunque de tanto en tanto saltaba a la figura de la Madre Superiora que parecía dar pasos en el aire flotando sobre la tarima mientras cruzaba las manos o las escondía en un hábito negro que se  me antojaba fantasmagórico.

Nos llamaba “señoritas” levantando la voz. Unas “señoritas” que teníamos cuatro años – sin rastros de ojos con rímel enjabonados de prisa  o labios delineados rojo pasión-  cuando recibimos la primera lección.

Hay que recordar(decía):
 “Ser educadas y obedientes”. “Jamás poner en tela de juicio las decisiones de personas más experimentadas que están por encima de nosotros”. “Aceptar los caminos que nos señalan sin desviarnos, ya que ellos nos conducirán a la felicidad de espíritu”. “No rebelarse jamás”. “Guardar decoro, prudencia y discreción”. “No tener falsas expectativas y aceptar que los sueños, sueños son”. “Llegar pura al matrimonio  hasta que la persona indicada asome  a tu vida”. “Ser comprensiva aún con quienes te ofenden y humillan”…

Han pasado muchos, muchísimos años desde aquella etapa, pero cada tanto me veo sentada en aquel pupitre, frente a aquella Madre Superiora repitiendo monocorde su “ley de vida”.

Prácticamente a todas mis compañeras de colegio e instituto les he perdido el rastro. Afortunadamente a otras no y  estoy convencida que nuestra amistad se ha ido fortaleciendo a través del tiempo gracias a la rebeldía, el no ceñirnos a conceptos pre establecidos  que nos unió.

Fuimos – somos- rebeldes y transgresoras.

Jamás nos conformamos con  decisiones arbitrarias de otros sin pedir una explicación. Nos convertimos en aventureras constantes buscando atajos y senderos, saltando vallas y escollos, subiendo al primer y antepenúltimo tren sintiendo que seguramente el próximo estaría a punto de pasar y sería el mejor.

Logramos que algunos de nuestros sueños se convirtieran en realidad y aunque no lo creáis, todavía en eso, estamos hoy.

No fuimos comprensivas ni complacientes con aquellos que nos humillaron y ofendieron, ni ofrecimos  otras mejillas  convencidas que “nuestro Dios” – al que no encontraréis en el Vaticano- fue un guerrero constante. Un luchador…

Amamos  con pasión y también  livianamente, hasta encontrar a “nuestro otro yo” igual de transgresor.
Criamos hijos que desde pequeñitos entendieron que los niños no venían de París y eran fruto del amor.

Alimentamos sus fantasías con Santa Claus deslizándose por las chimeneas, Reyes Magos recompensados con leche, galletas, pasto para sus camellos y conejos espumosos escondiendo huevos de chocolate en Pascua, ratoncitos Pérez multiplicados por las noches para hacerse con los dientes  en cada habitación.

No fuimos ni castas ni puras.

Tampoco obedientes cuando injustamente alguien alzó la voz.

Pero sí pilares. Madres coraje. Indignadas. Luchadoras. Inconformistas.  Caracoles llevando la casa a cuestas.
Risa para trastocar  lágrimas.
Abrazo infinito para mitigar el dolor.

Tal vez sea tarde para confesarnos Madre. Y es lógico que no me escuche (QPD).
 Pero me enorgullece contarle que decenas, cientos, miles y miles de “señoritas” que la escuchamos a usted y otras tantas “Madres” desperdigas por el mundo, no aprendimos la lección…


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