CARPE DIEM (Horacio 65aC-8aC) “Toma este día como si no fuera a existir el siguiente”

viernes, 28 de junio de 2013

¿FRACASOS?





La primera vez que vi a C.D. estaba  detrás de su escritorio con la mirada fija en un montón de papeles que bailaban sobre la mesa. Los ojos brillantes e ingeniosos recorrían los párrafos con ligereza. En cuestión de segundos mascullaba algo en español, hacía un bollo con algún escrito. Lo encestaba en la papelera deteniéndose en el recorrido, regalándose un pequeño gesto de satisfacción cuando acertaba.

C.D. era alto y grueso. Con unos bigotazos “a lo Zapata” que le tapaban el labio superior y una voz ronca que alimentaba un habano que casi siempre apagado, hacía juguetear entre sus dedos mientras hablaba.

Me pregunté qué edad tendría – no supe calcularla- mientras esperaba con unos nervios tremendos que atendiera las innumerables llamadas que iba recibiendo, firmaba los documentos que le acercaba su secretaria, discutía de pie junto a la ventana con un colaborador.

Nevaba en Chicago y hacía un frío que traspasaba los huesos, pero en esa oficina había tibieza y calor.

 Aunque el espectáculo era majestuoso  (desde  su despacho casi se podía acariciar la mítica Water Tower de North Michigan Avenue) no podía quitar mis ojos de  ese director de periódico México-Americano brillante, que había llegado a la ciudad – según me contó años más tarde -  como un “espalda mojada” (cruzando la frontera escondido en los bajos de un autobús) sin un duro en el bolsillo pero con “millones de sueños y esperanzas con las que pisé ésta tierra sintiendo que iba a lograr ser alguien aún cuando me dieran en las narices con millones de “no”.

¿C.D. fue un referente en mi vida? ¡Claro que sí!. Gran parte de sus “consejos” me acompañaron y me acompañan hasta hoy.

El día que nos conocimos bebió tequila y yo agua de a traguitos pequeños. Palpó de cerca mi temor al comprobar que tardaba en contestarle: “Pues, cuénteme que ha hecho hasta hoy” e hizo “stop” con la mano al escuchar mis trabajos en el periodismo, mis logros (¿?) pequeñitos, mis “intrépidas hazañas” para conseguir entrevistas, las editoriales por las que había pasado, los cargos desempeñados…

“Lo que yo pretendo saber es de sus fracasos” dijo. “Cómo salió de ellos. De qué manera les enfrentó. De qué arcilla está hecha la persona que pretendo contratar. Que madera la moldeó”.

“ Me interesa conocer quiénes son sus amigos y porqué los elige. Si su palabra vale más que un papel firmado ante  notario. Qué le impulsa a crecerse ante las adversidades. Cuál es su savia y su motor. Si no se compra ni se vende por todo el oro del mundo. Si le dan un puñetazo cuánto tarda en levantarse y plantar cara al que le pegó y a los  que le secundan. Si es capaz de salir en defensa del más débil o pasa de ellos. Si siente en sus carnes tanto el dolor ajeno como su dolor”.

“A mí no me interesan los éxitos de las personas. Las mido por sus fracasos. ¿Fracasos o pequeñas batallas perdidas?   No lo olvide nunca: para recuperarse, rehacerse, sentirse nuevamente útil, dar en el clavo, acertar…hay que tener mucho temple y fortaleza. Hay que desterrar el miedo a caerse de bruces y entender que un tropezón, o cientos, o miles son solo eso: un tropezón ”.

(C.D. falleció en el 2001 . Está considerado como  uno de los filántropos más destacados de la comunidad México-Americana. Empresario exitoso, restaurador, fundador de un periódico emblemático, fue miembro activo de la Cámara de Comercio de México en Illinois. El Presidente de la misma, le despidió en su funeral con estas palabras: “C.D. representa para nuestra comunidad el sueño americano porque él lo vivió”)



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